Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia
Desde hace diez años, cada 11 de febrero se celebra este día en todo el mundo con el objetivo de reducir la desigualdad de género que persiste en el ámbito científico y estimular vocaciones en las infancias. En esta nota, conversamos con cinco científicas e ingenieras de la UNSAM sobre cómo eligieron sus profesiones, si sintieron discriminación y qué recomiendan a niñas y jóvenes que sueñan con hacer ciencia, pero no tienen referentes cercanas. “No permitan que los estereotipos o la falta de referentes las limiten, porque el mundo necesita más mentes curiosas, creativas y apasionadas”.
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Por Nadia Luna. Fotos destacadas: Lucía Toscani, ingeniera química y doctora en Ingeniería. Investigadora del ITECA y profesora de la Escuela de Hábitat y Sostenibilidad (EHyS). Distinguida con una mención en el Premio L’Oréal – UNESCO Por las Mujeres en la Ciencia. Desarrolla nanomateriales cerámicos para la producción de energía limpia.
Cada 11 de febrero se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, una fecha implementada por la UNESCO y ONU-Mujeres para visibilizar el trabajo de las mujeres en la ciencia y también las desigualdades de género que persisten en el ámbito. El tema de este año es “Explorando las carreras STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemática, por sus siglas en inglés): la voz de las mujeres en la ciencia”.
Una de las barreras más difíciles de erradicar son los estereotipos de género. Según un estudio de la Cátedra UNESCO Mujer, Ciencia y Tecnología en América Latina, 9 de cada 10 niñas de entre seis y ocho años asocian la ingeniería con destrezas masculinas. Los estereotipos son reforzados por periódicos, películas y juguetes, condicionando la futura elección de carreras STEM de niñas y jóvenes. Por eso, fomentar vocaciones científicas desde temprana edad sigue siendo uno de los puntos clave a la hora de tratar de cerrar la brecha de género en ciencias.
“Cuando era chica, tenía la percepción de que las científicas eran gente muy inteligente, pero también de que estaban un poco locas. De hecho, uno de mis libros favoritos tenía como protagonista a una científica que se llamaba ‘la doctora Chispeta’. Hoy sé que no estamos locas, pero que históricamente nos rotularon de esa forma porque éramos una minoría que elegía un camino diferente al tradicional”, cuenta Lucía Toscani, ingeniera química e investigadora del Instituto de Tecnologías Emergentes y Ciencias Aplicadas (ITECA – UNSAM/CONICET).
En Argentina, las mujeres recién pudieron cursar estudios superiores hacia 1880 siendo admitidas sobre todo en carreras ligadas al cuidado: enfermería y obstetricia. En disciplinas mal llamadas “duras”, como física y matemática, su inserción costó más. Elisa Bachofen se convirtió en la primera ingeniera de Argentina y América Latina en 1918. Hoy, las barreras son más invisibles, pero no por eso menos complejas. Una de las problemáticas que más cuesta derribar es el “techo de cristal”, que refiere a la dificultad que tienen mujeres y personas LGTBIQ+ para acceder a puestos jerárquicos.
En el sistema científico argentino, la mayoría de quienes investigan son mujeres: 6 de cada 10. Sin embargo, cuando se pone la lupa en cargos directivos, la cosa cambia: solo tres de cada diez puestos son ocupados por mujeres. También existen las paredes de cristal, ya que hay disciplinas más “masculinizadas” que otras. Esta forma de segregación se observa desde el ámbito universitario: mientras que en el país hay un 60 % de estudiantes mujeres, en ingeniería son solo el 20 %, y en especialidades como mecánica y electrónica apenas llegan al 4 %.
Vocaciones científicas: pocas referentes, mucha curiosidad
Karen Medrano es salteña y empezó a interesarse por las ciencias exactas en la adolescencia. A los dieciséis, asistió al taller “La física al alcance de todos”, un legendario espacio de esa provincia creado en 1991 por el profesor Daniel Córdoba para estimular vocaciones científicas en estudiantes del secundario (hoy continuado por sus discípulos). “Allí pude ver los problemas de física desde un lado más entretenido y a la ingeniería como un medio de buscar soluciones a problemas físicos de la realidad”, cuenta Medrano.
Fue en ese taller que supo de la existencia del Instituto Dan Beninson (IDB – UNSAM/CNEA), donde finalmente estudió y se recibió de ingeniera nuclear con orientación en aplicaciones. “Siempre sentí mucha admiración al escuchar de ingenieras o científicas. Admiraba el poder que representaba ser mujer en un lugar de reconocimiento y la lucha que hay detrás para poder abrirse un camino que está asociado a hombres”, remarca la ingeniera.
Para Cynthia Quinteros, su entrada al mundo de las ciencias fue de la mano de la astronomía. “De chica no tenía percepción alguna de científicas ni de científicos, pero sentía fascinación por todo lo espacial”, recuerda. Igual que Medrano, se entusiasmó con la física en la secundaria y se la jugó por ese camino. “Recién avanzada la carrera empecé a tomar consciencia de lo que significaba una carrera científica y la subrepresentación de mujeres que hay en áreas como física o química”, señala Quinteros, que hoy es doctora en Ciencias Físicas, docente de la Escuela de Ciencia y Tecnología (ECyT) de la UNSAM e integrante del equipo AstroUNSAM.
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Karen Medrano, ingeniería nuclear con orientación en aplicaciones. Egresada del Instituto Dan Beninson. Trabaja en el Centro Atómico Bariloche haciendo cálculos y desarrollo para el prototipo del reactor CAREM-25.
Por su parte, Agustina Portu tuvo referentes del mundo de las ciencias desde chica: su papá es ingeniero y su mamá docente e investigadora en el área de veterinaria. Sin embargo, no recuerda haber soñado con ser científica cuando era niña. “Creo que fue recién después de muchos años cuando me di cuenta de que había seguido los pasos de mi mamá”, relata. Cuando tuvo que elegir una carrera, estaba entre las humanidades y las ciencias exactas: quería algo que le permitiera una aplicación social, pero se sentía más cómoda con la matemática y la física. Finalmente, encontró la simbiosis perfecta en la Ingeniería Biomédica y hoy es directora de esa carrera en la UNSAM.
En tanto, a Diana Rubio le gustó la matemática desde chica, aunque recién decidió hacer la licenciatura cuando tenía diecisiete. Le entusiasmaba aprender a resolver problemas de la vida real con matemática. “En ese momento, no tenía claro qué significaba ser científica. A los treinta, tuve la posibilidad de hacer un doctorado en Estados Unidos y fue entonces que comencé a hacer investigación. Mis referentes fueron mis profesores”, explica Rubio, doctora en Matemática y directora del Doctorado en Ciencias Aplicadas y de la Ingeniería de la ECyT.
A Lucía Toscani, que siempre fue una persona muy curiosa, también le costó elegir entre sus muchos intereses que iban y venían entre idiomas, ingenierías y letras. Finalmente optó por ser ingeniera química. “Si tengo que pensar en referentes mujeres (porque obviamente la mayoría fueron varones), pensaría en mi mamá que estudió historia antigua e hizo investigación en el área de egiptología. Si bien no es algo cercano a la ingeniería, supo transmitirme cómo era investigar y trabajar en algo que la apasionaba y en un campo donde no sólo había pocas mujeres, sino pocos argentinos trabajando en el tema”, afirma.
Cynthia Quinteros, doctora en Ciencias Físicas y astroaficionada. Investigadora de la ECyT e integrante de AstroUNSAM. Trabaja en la emulación de algunos rasgos de tejidos neuronales para procesar señales en materiales sintéticos.
Del techo de cristal a los micromachismos cotidianos
Las experiencias de las científicas e ingenieras con respecto a las desigualdades de género en el ámbito académico y laboral han sido diversas. Portu cuenta que la carrera de Ingeniería Biomédica tiene una gran presencia de mujeres. “No recuerdo la desigualdad de género entre pares, pero sí de parte de algunos docentes —por suerte, la minoría— y del mercado”, señala. Por su parte, Rubio dice que no sintió desigualdad o discriminación por parte de estudiantes ni profesores, mientras que a Medrano, cuando quiso estudiar ingeniería, le decían: “Esa es una carrera muy difícil y es más para hombres”.
Quinteros no recuerda haber sido cuestionada durante la facultad sobre sus capacidades para las ciencias por el hecho de ser mujer, pero sí lo sintió cuando iba a la escuela. Por otro lado, siendo docente de una de las últimas materias de ingeniería electrónica, observó que para algunos alumnos ella había sido su primera docente mujer. “Otra cosa que fue llamativa para mí es que me han convocado a participar de iniciativas de incentivo a las vocaciones científicas femeninas en lugares tan diversos como Portugal y Países Bajos para paliar los sesgos de género que sus sistemas educativos replican”, subraya.
Toscani enumera varias dificultades que persisten en el ámbito científico y son difíciles de erradicar, entre ellas, el techo de cristal. “Al principio somos muchas, pero después van quedando algunas en el camino o que no logran ocupar los mismos roles de dirección que los hombres. Además, los micromachismos y los estereotipos de género siempre están presentes en lo cotidiano. Aunque parezca que avanzamos mucho en la conquista de derechos, hay muchas situaciones que normalizamos y que no están bien, desde recibir comentarios de nuestros cuerpos, formas de vestir o peinarnos, hasta ser quienes tomamos más notas en una reunión o las que siempre nos ofrecemos a preparar el café”, precisa.
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Agustina Portu, ingeniera biomédica y doctora en Ciencia y Tecnología. Directora de la carrera de Ingeniería Biomédica de la UNSAM. Sus investigaciones se enmarcan en el desarrollo y aplicación de técnicas nucleares para el área de salud.
¿Fue cambiando esta situación en los últimos años? Medrano cree que sí. “Actualmente siento que hay mayor visibilidad, que es un resultado de una lucha de todas las mujeres por sentirse escuchadas, de poner entre todas un granito de arena para divulgar, dar a conocer lo que hacemos en diferentes áreas y mostrar que no es algo ‘solo para hombres’, como en algún momento me tocó escuchar y, por suerte, ignoré”, afirma.
Toscani coincide con esa apreciación y reflexiona: “Sin lugar a dudas, el rol de las mujeres en la ciencia y la ingeniería ha cambiado significativamente en los últimos años. No solo cada vez somos más, sino que también nos animamos más a ocupar roles de liderazgo y a visibilizar y defender nuestro trabajo. El hecho de que hoy haya más mujeres referentes en estas disciplinas es un catalizador de cambio para las nuevas generaciones y, sin duda, influirá en que cada vez más mujeres elijan y se desarrollen en estas áreas. Sin embargo, todavía hay muchas barreras estructurales, sesgos y desafíos que tenemos que seguir enfrentando para lograr una verdadera equidad”.
Compartir la pasión y animarse a desafiar lo establecido
Todas las entrevistadas llegaron de diversas maneras al mundo de las ciencias e investigan temas muy distintos pero comparten algo en común: la pasión por su trabajo. Medrano trabaja en el Centro Atómico Bariloche (CAB) haciendo cálculos y desarrollo para el proyecto del prototipo del reactor CAREM-25. “Poder llevar a un número o un gráfico los valores que representan físicamente lo que pasa en el núcleo de un reactor es algo que me vuela la cabeza”, asegura.
Por su parte, Rubio aplica la matemática para resolver problemas de diferentes disciplinas, aunque trabaja sobre todo en procesos térmicos en materiales compuestos de tipo multicapa. “Me gusta poder aportar algo al avance del conocimiento en problemas de interés actuales con múltiples aplicaciones”, indica.
Las investigaciones de Portu se enmarcan en las aplicaciones nucleares a la salud, en particular, el desarrollo de técnicas nucleares para la detección de partículas cargadas y su localización en matrices biológicas. Además, tiene vocación por la docencia. “Lo que más me interesa es generar proyectos y acompañar trayectorias, ser parte de esa evolución y crecimiento profesional”, sintetiza.
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Diana Rubio, doctora en Matemática. Investigadora de la ECyT. Trabaja en diferentes aplicaciones, especialmente en procesos térmicos en materiales compuestos de tipo multicapa.
Quinteros trabaja en la frontera entre las propiedades de materiales micro y nanoestructurados y busca emular rasgos de tejidos neuronales biológicos para procesar señales en materiales sintéticos. Lo que más disfruta es la multiplicidad de tareas: desde estudiar los últimos avances en el área hasta dirigir profesionales, evaluar el trabajo de pares y discutir los resultados.
Toscani trabaja en el desarrollo de nanomateriales cerámicos para su uso en tecnologías de producción de energía limpia y de hidrógeno. El año pasado, fue distinguida con una mención en el Premio L’Oréal – UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” por sus investigaciones en este campo. “Lo que más me apasiona es que, ante un problema complejo y fundamental como es la necesidad de enfrentarnos a los desafíos del cambio climático y la demanda energética actual, puedo proponer nuevas soluciones”, remarca.
¿Qué le dirían a una niña o adolescente a la que le gustan las ciencias o las ingenierías, pero no sabe si elegir este tipo de carreras por falta de referentes mujeres o por sentir que no son para ella?
Portu: Le diría que no hay carreras reservadas para un género y que, aunque la carrera es individual, el esfuerzo es colectivo: rodearse y apoyarse entre pares es beneficioso en todas las etapas de la carrera y hace el camino más fácil y llevadero.
Rubio: Creo que cualquiera sea la disciplina, con esfuerzo y perseverancia se llega a donde uno quiere. En algunos casos, es más difícil por el entorno circunstancial que le toca a cada una, pero es importante ir adelante y superar los obstáculos que puedan aparecer.
Quinteros: Que si es curiosa y tiene ganas de aprender, que se embarque en esta aventura porque es fascinante. Como casi cualquier vocación, es desafiante, requiere de perseverancia y también de una cuota de ambición y confianza en una misma.
Medrano: A aquellas niñas o adolescentes que también hayan escuchado que este es un ámbito de hombres, les diría que ignoren esos comentarios y sigan aquello que las apasiona. Que es posible y que jamás van a estar solas porque siempre encontramos otras mujeres que recorrieron este camino.
Toscani: Que no permita que los estereotipos o la falta de referentes la limiten, porque el mundo necesita más mentes curiosas, creativas y apasionadas. También le diría que defienda sus ideas con convicción. Muchas veces, sin darnos cuenta, nosotras mismas nos subestimamos o expresamos nuestras ideas con menos seguridad, como si no fueran lo suficientemente buenas. Y que haga preguntas, que experimente, que se equivoque y que aprenda. Porque el futuro también se construye con el aporte de mujeres que, como ella, se animan a desafiar lo establecido.
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