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Estudian efectos poco conocidos de los antibióticos 

El Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR–CONICET–UNR) acaba de dar a conocer avances prometedores en la batalla contra las infecciones persistentes: un equipo liderado por Diego Serra y Estefanía Cordisco está desentrañando de qué manera los antibióticos, en dosis bajas o subletales, modulan la formación y la resistencia de los biofilms bacterianos, esas comunidades microbianas capaces de sortear hasta el 80 % de los tratamientos convencionales.

La clave de esta estrategia radica en comprender los “efectos secundarios” de los antibióticos más allá de su acción letal. Bajo el paraguas del término inglés “moonlighting” (actividad secundaria), Serra y Cordisco revisaron en la revista Trends in Microbiology cómo distintos compuestos antimicrobianos, lejos de solo matar bacterias, a veces inducen o inhiben la creación de biofilms según su concentración y modo de acción.

Las bacterias que forman biofilms se organizan en colonias protegidas por una matriz propia, un entorno multicelular primitivo que dificulta la penetración de los fármacos y permite que las capas superficiales—en estado “dormido”—escapen ilesas. En su laboratorio, Serra y su grupo han demostrado que mientras muchas moléculas estimulan este blindaje, existen excepciones notables: el antibiótico natural baciloína, producido por Bacillus subtilis, desmantela la matriz de comunidades de Escherichia coli sin alertar al patógeno, dejando a sus células vulnerables.

Este hallazgo, fruto del estudio de interacciones microbianas en placas de laboratorio, abre la puerta a diseñar fármacos o adyuvantes químicos que emulen la acción de la baciloína. Según Cordisco, “si logramos sintetizar compuestos que, a concentraciones no letales, inutilicen la matriz del biofilm, podremos combinar estos agentes con antibióticos tradicionales y mejorar drásticamente su eficacia clínica”.

El equipo del IBR no se limita al efecto inhibidor. Otra línea de investigación analiza por qué dosis bajas de ciertos antibióticos estimulan, en lugar de frenar, la formación de comunidades. Cordisco explica que, en tratamientos orales, la concentración declina al llegar al foco de la infección y acaba siendo subóptima; además, residuos de antibióticos vertidos en ríos y suelos agrícolas exponen a las bacterias ambientales a niveles suficientes para alterar su fisiología sin provocar muerte celular.

Para profundizar en estos fenómenos, el laboratorio de Serra trabaja en dos frentes: caracterizar la tolerancia de los biofilms a dosis altas de antibióticos y evaluar cómo las concentraciones subletales influyen en la arquitectura y dinámica de las comunidades. El objetivo último es generar un banco de compuestos anti-biofilm que se apliquen en tándem con los tratamientos actuales, a fin de atacar la infección en todas sus capas.

Diego Serra, formado en la UNL y la UNLP y con experiencia en la Universidad Humboldt de Berlín, subraya la relevancia sanitaria de estos estudios: “Comprender la ecología de los biofilms y su respuesta al estrés antibiótico es fundamental para diseñar terapias más eficaces. Nuestro reto es traducir la biología básica a soluciones que reduzcan la carga de infecciones crónicas en pacientes”.

Publicado el 16 de mayo de 2025, este proyecto abre una nueva ventana hacia tratamientos más completos contra las infecciones resistentes, al combinar la potencia de los antibióticos clásicos con moléculas que desactiven el refugio microbiano más temido: el biofilm.

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