Rodeado de claque, Sturzenegger miente sin ponerse colorado
Con un escenario diseñado a medida para el oficialismo y sin voces críticas que interrumpan, Federico Sturzenegger desembarcó en la Exposición Rural de Palermo para ofrecer un recital de cifras imposibles de verificar. En ese ámbito eminentemente complaciente, afirmó que “Argentina crece al 7% anual” y que “10 millones de argentinos dejaron la pobreza”, pese a que ningún índice de consumo, empleo o ingreso sostiene esas afirmaciones. Es fácil en la Rural repetir datos sin prueba alguna cuando quienes podrían objetar sus números —productores y empresarios del agro alineados con el libreto oficial— apenas bostezan ante la liviandad de sus estadísticas.
El ministro de Desregulación y Transformación del Estado sostuvo, sin rubor alguno, que el problema central de nuestro país “no es económico, sino político”, como si la inflación persistente, el desempleo y la caída del poder adquisitivo fueran meras distracciones. Para reforzar su guion, lanzó la frase que rápidamente circuló en redes: “No es riesgo país, es riesgo Kuka”. Curiosa definición que evade explicar por qué, pese a su own política de “macroeconomía sólida”, el EMBI de JP Morgan permanece en 775 puntos básicos, un número que Sturzenegger elige ignorar más allá de su retórica triunfalista.
Antes de elogiar el supuesto “proceso de transformación estructural” en el que, según él, “por primera vez en 50 años Argentina hace los deberes”, el funcionario volvió a la carga: “La Argentina ha sido un mal alumno durante décadas”, repitió, olvidando mencionar quiénes se sientan en el aula para dictar el programa: los acreedores internacionales de los que hoy nos alejamos a costa de una deuda cada vez más onerosa. Un endeudamiento que no solo hipotecará la gestión de los próximos gobiernos, sino que dejará un lastre imposible de sortear para las generaciones que recién comienzan a transitar su vida.
Desde el mismo predio de Palermo, Sturzenegger aprovechó para marcar diferencias con el gobernador bonaerense: “Si querés impuestos altos, sufrí a Kicillof; si preferís motosierra y recorte del Estado, eleginos a nosotros”. Y así, con una sola frase, expuso la trampa: presentar la reducción del gasto público como un acto de heroísmo, cuando en realidad es un mecanismo que profundiza la desigualdad y deja al Estado sin herramientas para atender las necesidades más urgentes.
En medio de su defensa a rajatabla de la eliminación de retenciones y la supuesta “desregulación de mercados”, el ministro insistió: “Todas las restricciones son malas; la producción debe ser lo más libre posible”. Sin embargo, omitió reconocer que en un país con infraestructura colapsada, caminos intransitables y brechas sociales crecientes, la “libertad total” para el agro se traduce en más concentración de la tierra y menos recursos para frenar el éxodo rural.
Para cerrar su intervención, Sturzenegger reivindicó el modelo económico: “Contamos con un esquema macroeconómico muy sólido; la inflación está bajando y el tipo de cambio flota libremente”. Nada más alejado de la realidad que siente el bolsillo de los trabajadores y las pymes, que ven cómo el dólar blue sigue desafiando cualquier prédica oficial. En la Rural, donde nadie lo contradice, las palabras suenan convincentes; pero basta pisar el asfalto de nuestras ciudades para descubrir la brecha que separa el relato oficial de la verdadera urgencia social.