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Cae el empleo formal y crece el informal

En un contexto de estancamiento económico, la precariedad laboral avanza sin freno en Argentina: ya alcanza a casi nueve millones de personas. Los sectores más golpeados son la construcción, el agro, la gastronomía y el servicio doméstico, donde más de seis de cada diez trabajadores ―según datos de Argendata basados en el Indec― operan al margen de la formalidad.

Para el sociólogo Daniel Schteingart, referente de Fundar, la débil recuperación económica no bastó para frenar esta tendencia. “Aunque hubo una reactivación fuerte, el empleo formal sigue sin despegar”, advierte. En su diagnóstico, la pérdida de dinamismo en la industria y la construcción —ambos motores tradicionales de generación de puestos registrados— profundiza la expulsión hacia el trabajo no declarado.

Los números oficiales del Indec revelan que el 42 % de la fuerza laboral se desempeña en la informalidad, lo que equivale a 8,8 millones de argentinos. De ellos, 5,5 millones son asalariados sin aportes y 3,3 millones, trabajadores por cuenta propia o empleadores que no registran sus actividades. Esa proporción creció 1,2 puntos con respecto al primer trimestre de 2024, cuando la tasa era del 40,8 %.

El impacto se distribuye de modo desigual. Los jóvenes menores de 29 años y los mayores de 65 padecen las tasas más elevadas (58,7 % y 49,5 %, respectivamente), seguidos de las mujeres (43,4 % frente al 40,9 % de los hombres). Mientras tanto, casi dos tercios de los cuentapropistas operan “en negro” y uno de cada cinco empleadores tampoco figura en los registros oficiales.

La informalidad no es solo un flagelo social: erosiona la base tributaria, complica el financiamiento del sistema previsional y reduce la productividad al concentrarse en unidades productivas de baja escala y escasa capacitación. Además, genera competencia desleal y profundiza la desigualdad.

Un repaso histórico de Argendata muestra que los niveles actuales se sitúan en rangos similares a los de hace 15 años, aunque lejos de los picos de 2003, cuando tras la crisis de 2001 alcanzó el 49,4 %. En lo que va de 2025, la informalidad superó el 42 %, cifra que vuelve a encender las alarmas.

Al analizar las causas de fondo, Schteingart enfatiza la elevada evasión impositiva y un diseño tributario que encarece la contratación en blanco, sobre todo para las microempresas y los independientes. En ese escenario, sectores como el doméstico, la construcción, la gastronomía y el agro lideran la tabla de la informalidad, con más del 60 % de sus trabajadores fuera del sistema. En contraste, ramas de gran escala, como la industria petroquímica, minera o financiera, mantienen tasas inferiores al 15 %.

La desigualdad también adquiere un rostro regional. Provincias del norte como Salta (53 %), Santiago del Estero (51,1 %) y Tucumán (50,2 %) registran los niveles más altos, mientras que las patagónicas Tierra del Fuego (14,3 %), Santa Cruz (19,4 %), Chubut (22,4 %) y Neuquén (22,9 %) exhiben mejores condiciones gracias a su matriz productiva más diversificada y formalizada.

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