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Los consejos para vivir más y mejor, ¿ayudan o asedian?

Por Orillas. Colectivo de Psicoanálisis (*). Jacques Lacan nos recuerda, en un texto de 1967, que aquellos a quienes se llamaban sabios, lo pensaban dos veces antes de poner en circulación ciertos modos del saber porque tenían en cuenta los efectos en las personas de esos descubrimientos. La ciencia, en cambio, no se interesa por esas consecuencias; se las deja desarrollarse solas. Hoy en día se observa una proliferación de afirmaciones y consejos que portan el carácter de certeza y verdad, como si fuesen lo único seguro, lo único cierto. Lo notable es que al tiempo surge otra verdad, y otra verdad…

Vivimos bajo el asedio de un menú infinito de consejos y directivas de todo tipo con el objetivo de mantenernos saluda- bles, jóvenes y animados. A las terapias tradicionales, psicológicas o medicinales, se le han sumado una gran cantidad de protocolos de belleza, salud, mantenimiento del cuerpo joven y bello, alimentación saludable, ejercicios, meditación, gimnasio, vida al aire libre y todo tipo de indicaciones para poder dormir, relacionarse “sanamente”, alejarse de la gente “tóxica”, sanar, curar, etc.

¿Qué propone el psicoanálisis frente al asedio de consejos y recomendaciones? En primer lugar destaquemos que toda verdad solo puede decirse a medias. Por eso es importante tomar una distancia entre lo que nos dicen y lo que pensamos sobre el tema, poder tener una perspectiva, una pregunta acerca de eso que se presenta como una imposición, o una verdad revelada. En una sesión analítica es muy habitual que el analista pregunte: Y vos, ¿Qué pensás de eso? ¿Estás de acuerdo? ¿Será así? 

Estas preguntas van en la dirección de abrir una brecha entre los dichos y el decir, que es algo inconsciente que se escabulle, pero que nos orienta acerca de lo más íntimo y singular de cada uno, que no está en relación a lo que algún científico, en algún lugar investigó sobre un modo de caminar, el té verde o la cúrcuma. 

¿Qué malestar se busca aliviar con tantas opciones “saludables”? ¿Dónde detenerse? ¿Hasta dónde llegar con la infinidad de tratamientos? Porque hay un momento en que lo placentero se puede volver displacentero o directamente insoportable. Cuando eso toma la dirección de repetirse sin sentido, se torna displacentero; muchas veces lastimándonos a nosotros mismos. También van en esa línea los consumos problemáticos de sustancias.

Sentirnos siempre en falta
En ciertos casos, nos vemos empujados por mandatos que exigen más y más, instándonos a conductas que pueden tornarse compulsivas. El problema es que los mandatos sociales resuenan en el propio inconsciente que busca llenar lo que es imposible de colmar. Por eso, porque es imposible, nos deja siempre en falta; con culpa por no haber hecho… lo “suficiente”. 

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