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Grave: El 60% de los chicos vive con carencias

Un informe reciente del Observatorio de la Deuda Social de la Infancia de la Universidad Católica Argentina revela que más de seis de cada diez niños y adolescentes de sectores urbanos enfrentan deficiencias severas en su entorno habitacional y de servicios básicos. Según el estudio “Creciendo en contexto”, el 62,5 % de los menores reside en barrios inseguros, el 35,4 % habita en viviendas con graves carencias de infraestructura y uno de cada cuatro hogares carece de servicios sanitarios adecuados.

Los datos comparativos muestran una regresión en varios indicadores: el déficit de acceso a agua, cloacas y recolección de residuos, que había disminuido al 11,5 % en 2022, se disparó hasta el 22,5 % en 2024; por su parte, las carencias de infraestructura, tras mejorar a 30,5 % en 2022, volvieron a situarse en un 35,4 %, igual nivel que en 2017. El deterioro ambiental —la cercanía a vertederos o industrias contaminantes— afecta hoy al 13,2 % de la infancia, un porcentaje que se estancó desde 2023 tras leves avances.

A la inseguridad territorial y la falta de servicios se suman los problemas de alimentación: el informe apunta que el 35,5 % de los menores vivió episodios de inseguridad alimentaria durante el último año, y el 16,5 % sufrió situaciones de inseguridad alimentaria severa, es decir, días enteros sin ingerir alimentos. Además, se calcula que cuatro millones de chicos interrumpieron al menos una vez al día su comida habitual.

El cruce de estas carencias con la pobreza arroja resultados alarmantes:

  • El 64,2 % de quienes habitan zonas degradadas desde el punto de vista ambiental padecen inseguridad alimentaria.
  • Entre los hogares sin acceso sanitario, el 64,1 % sufre hambre.
  • Y el 65,5 % de los que viven en viviendas precarias no accede a una alimentación digna.

Estos déficits repercuten directamente en la escolaridad: uno de cada tres menores en situación de pobreza, que además convive con carencias sanitarias e infraestructura insuficiente, presenta dificultades de permanencia y rendimiento escolar.

Lejos de circunscribirse al solo análisis de cifras, el informe advierte que esta situación configura un “plan de no futuro” para la juventud de los barrios populares. Frente a este panorama, la propuesta es involucrar a los propios chicos y chicas en la identificación y resolución de estas problemáticas. Aprender de las experiencias comunitarias previas —clubes, sociedades de fomento, comedores barriales— y organizar jornadas participativas durante fines de semana podrían ser el punto de partida para construir alternativas concretas.

Según los autores, la clave está en empoderar a las nuevas generaciones para que se conviertan en protagonistas de su propio destino, canalizando su legítima inquietud en proyectos colectivos que desafíen las estructuras de exclusión y promuevan transformaciones sociales profundas. Solo así, predicando con el ejemplo y construyendo espacios compartidos, se podrá revertir la alarmante radiografía que hoy presenta la infancia en la Argentina.

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