Bahía Blanca: catástrofe climática e imprevisión oficial
Mientras la ciudad intenta recomponerse tras la devastadora inundación, se vive una situación de caos y furia entre vecinos y trabajadores, que denuncian una respuesta gubernamental insuficiente y desconectada de las necesidades reales. Las operaciones de rescate y limpieza se llevan adelante de manera coordinada, pero el dolor y la indignación no hacen más que crecer.
En declaraciones recientes, el ministro de Seguridad bonaerense, Javier Alonso, informó que se está ejecutando un “amplio operativo de búsqueda” para localizar a vecinos desaparecidos, entre ellos las hermanas Delfina y Pilar Hecker. Según el funcionario, las condiciones climáticas favorecieron el drenaje y la ciudad quedó “prácticamente sin agua”, lo que permitió que los residentes mayormente se mantuvieran en sus hogares. Para reforzar la seguridad, se sumaron 75 policías adicionales, junto a elementos de la Policía Federal, Gendarmería y Prefectura, formando un comando unificado que garantiza la protección en una urbe de 350 mil habitantes, pese a que incidentes menores sigan siendo inevitables.
El operativo de rescate se ha extendido más allá de Bahía Blanca. Localidades cercanas como General Daniel Cerri e Ingeniero White también sufrieron el embate de las aguas, lo que provocó evacuaciones masivas y dejó sin servicios esenciales a numerosos habitantes. En estas zonas, la coordinación entre la municipalidad, el gobierno de la provincia y las fuerzas federales, la Armada y el Ejército Argentino es fundamental para enfrentar la magnitud del desastre.
El plan de recuperación incluye una segunda fase: la limpieza de las calles. Este lunes arriban 200 bomberos voluntarios destinados a retirar el abundante barro, trabajar con maquinaria pesada y operar bombas de achique para extraer el agua de cámaras eléctricas inundadas en diversos edificios. Con estas medidas se espera que, paulatinamente, la ciudad pueda retornar a su cotidianidad, pese al difícil escenario que la atraviesa.
El sector educativo también sufre las consecuencias. De las 269 escuelas evaluadas, únicamente 32 permanecen intactas, 45 presentan daños leves y 23 han sufrido deterioros severos. Por ello, las autoridades han establecido que las instituciones en condiciones de abrir reanudarán sus actividades a partir del miércoles, mientras que las clases han sido suspendidas para el lunes y martes en varias localidades afectadas.
La tragedia ha dejado un saldo humano que sigue incrementándose. Se han confirmado 16 fallecidos, aunque esta cifra podría variar conforme se avance en las labores de rescate y se logre una evaluación más precisa del devastador temporal, teniendo en cuenta que aún se registran casi un centenar de desaparecidos. Equipos especializados, entre ellos 20 bomberos equipados con kayaks y botes, han avanzado hasta la desembocadura de la ría, complementando la búsqueda a pie en zonas de cangrejal, donde la vegetación se ha convertido en un obstáculo para encontrar a los desaparecidos.
En un gesto que, lejos de reconfortar, ha encendido aún más el rechazo popular, el Gobierno nacional decretó tres días de duelo y ordenó que la Bandera Nacional permanezca a media asta en todos los edificios públicos. Firmado por el presidente Javier Milei y el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, el comunicado se percibe como un formalismo que contrasta con la cruda realidad de una comunidad devastada, donde además se registran pérdidas económicas irreparables.
La respuesta gubernamental ha sido duramente criticada. Mientras se implementan protocolos y operativos, se acusa al Ejecutivo de responder únicamente con cifras y medidas estandarizadas, sin atender de forma concreta la urgencia de la situación. La presencia de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, generó una fuerte polémica: al presentarse en un traje de fajina —vista por muchos como un simulacro de acción—, fue recibida con desprecio por los vecinos, quienes la expulsaron de la zona, evidenciando el rechazo a una puesta en escena que no alivia el sufrimiento. Por su parte, la ausencia del presidente Milei, presuntamente para evitar una reacción negativa similar, resalta su inestabilidad que solo acrecienta la desconfianza y el enojo entre la población.
Durante su impopular visita, la ministra Bullrich osó hablar de la falta de previsión por parte del Servicio Meteorológico Nacional por no anticipar el fenómeno climático adecuadamente. Le tendría que dar vergüenza hacer esa aseveración, ya que gracias a los despedidos de cientos de experimentados pronosticadores en todo el país por parte de la propia gestión Milei y la desfinanciación del SMN , el trabajo del organismo se ha resentido, por más que el ministro de Defensa, Luis Petri, sostenga que los despidos no «eran indispensables».
A tal punto llega la desidia del gobierno nacional, con cero empatía ante la tragedia, que sus usinas informativas solo se han preocupado en borrar o cortar al gobernador Axel Kicillof de las fotos que dan a conocer, en un infantil intento de mostrar que no estuvo presente quien lo estuvo desde el primer momento de la tragedia, tanto él como todos sus funcionarios.
La devastación causada por la inundación en Bahía Blanca se convierte, así, en un reflejo de una gestión que parece más preocupada por la imagen y el protocolo que por la efectiva asistencia a los damnificados. Con operaciones de rescate en marcha y la ciudad luchando por recuperarse, el sentimiento de abandono y la crítica implacable hacia las autoridades se hacen cada vez más intensos, marcando un profundo desencanto en una comunidad que exige respuestas y soluciones reales.
Foto: Tiempo Argentino