El Omega 3: la clave para evitar infartos en menopausia
La menopausia es una etapa natural en la vida de la mujer que se caracteriza por una marcada disminución en los niveles de estrógenos, hormonas con efectos ampliamente beneficiosos tanto para la salud general como para el funcionamiento del sistema cardiovascular. Esta caída hormonal conlleva la pérdida de la protección que los estrógenos ofrecían, y como consecuencia, el riesgo de enfermedades cardiovasculares (ECV) en la mujer postmenopáusica se iguala o incluso supera al de los hombres de la misma edad. De hecho, las ECV se convierten en la principal causa de muerte en mujeres después de la menopausia. Científicas de la Universidad Nacional de La Plata estudian cómo el consumo de ácidos grasos omega 3 (AG w3 puede ayudar a prevenir estas enfermedades.
Durante esta etapa se producen varios cambios en el organismo: aumento del peso corporal, alteraciones en el metabolismo de las grasas (como el colesterol elevado), resistencia a la insulina y un incremento del estrés oxidativo, todos factores que afectan negativamente al corazón y los vasos sanguíneos. A nivel cardiovascular, estos cambios se traducen en un aumento de la presión arterial, disfunción cardíaca que fundamentalmente afecta la fase de relajación del corazón (diástole), caracterizada por mayor rigidez de las paredes del corazón y acumulación de tejido fibroso (fibrosis).
Frente a este panorama, numerosos estudios científicos, tanto en humanos como en modelos animales, han demostrado que el consumo de ácidos AG ω3—nutrientes que se encuentran en pescados de aguas profundas como el salmón, atún y la caballa, así como en ciertas semillas y aceites— puede ayudar a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

La Doctora Celeste Villa Abrille, integrante del Centro de Investigaciones Cardiovasculares (UNLP– CONICET) explicó: “en nuestro grupo de investigación, observamos que cuando se incorpora desde etapas tempranas de la vida una dieta suplementada con los dos principales AG ω3 —ácido eicosapentaenoico (EPA) y ácido docosahexaenoico (DHA)— se puede prevenir el desarrollo de hipertrofia cardíaca (agrandamiento del corazón, a expensas del aumento de la masa del ventriculo izquierdo) en un modelo animal con hipertensión arterial”.
“Además, este suplemento logra normalizar la actividad de una proteína clave para el funcionamiento del corazón, el intercambiador sodio/protón (NHE-1), que suele tener mayor actividad en diferentes modelos de hipertensión. Lo más notable es que estos efectos beneficiosos se observan incluso cuando la presión arterial se mantiene elevada, lo que sugiere que los AG ω3 ejercen una acción protectora directa sobre el corazón”.
Actualmente, los científicos se encuentran investigando si esta misma suplementación con AG ω3 puede también revertir las alteraciones cardiovasculares propias de la menopausia. Para ello, utilizan un modelo experimental en ratas a las que se les han extirpado quirúrgicamente los ovarios simulando así el estado hormonal de la menopausia. En estas ratas, comprobaron la caída de estrógenos tanto a nivel plasmático como por la presencia de atrofia uterina, un marcador típico de la falta hormonal.

“En este modelo, detectamos que las ratas presentan un aumento en la expresión de NHE-1 y una mayor producción de especies reactivas de oxígeno (ROS), moléculas que, cuando están aumentadas, generan daño celular y contribuyen al deterioro cardiovascular. Sin embargo, ambas alteraciones se revirtieron en los animales que fueron suplementados durante tres meses con omega 3”, explicó la investigadora.
Uno de los hallazgos más importantes es que, aunque la presión arterial no se redujo, las ratas suplementadas no desarrollaron hipertrofia cardíaca, lo que refuerza la idea de que los AG ω3 podrían tener un papel clave en la protección del corazón en contextos de deficiencia estrogénica, como ocurre durante la menopausia.
Los resultados de este proyecto pueden contribuir significativamente al conocimiento de los mecanismos moleculares involucrados en la reversión de las alteraciones cardiovasculares asociadas a la menopausia. Este conocimiento podría sentar las bases para futuras investigaciones clínicas e intervenciones nutricionales, permitiendo establecer las dosis óptimas de AG ω3 y fomentar el desarrollo de alimentos y/o suplementos ricos en estos ácidos grasos, lo que, en última instancia, redundaría en mejoras en la salud pública.
“Muchos de los mecanismos que causan enfermedades cardiovasculares han sido históricamente poco estudiados en mujeres, especialmente durante la menopausia. Entender lo que ocurre en esta etapa es clave para prevenir, diagnosticar y tratar a tiempo. Porque conocer, es la base de la prevención”, concluyó la científica de la UNLP.