Un cachetazo parlamentario al veto de Milei en discapacidad
En un nuevo capítulo de desmoronamiento político, el gobierno de Javier Milei sufrió ayer un golpe contundente en el Senado: la Cámara alta revocó, por una aplastante mayoría, el veto presidencial a la llamada Ley de Emergencia en Discapacidad. Con 63 votos a favor y sólo 7 en contra, el Parlamento dejó firme una norma que el Ejecutivo había intentado frenar, en un revés que se suma a la crisis por denuncias de corrupción y al descalabro económico que atraviesa la gestión.
La votación —la misma que antes había logrado imponerse en Diputados— expuso la soledad legislativa del oficialismo y marcó un hito: no se registraba una revocación de veto presidencial de tal magnitud desde 2003. Entre los mandatarios que optaron por avalar la insistencia contra el veto figuraron referentes de Unión por la Patria, sectores radicales y porciones del PRO; apenas un puñado de senadores afines a La Libertad Avanza y dos apoyos externos acompañaron la postura del Ejecutivo.
Afuera del Congreso la escena fue la de siempre en jornadas de debate legislativo: personas con discapacidad, familiares y organizaciones sociales aguardaron las definiciones y estallaron en festejo al conocerse el resultado. La presencia de estos grupos, que vienen exigiendo respuestas concretas desde hace semanas, dio la nota de emoción en las escalinatas cuando la Ley quedó definitivamente restablecida.
La normativa que ahora vuelve a estar vigente —con alcance hasta diciembre de 2026— incluye mecanismos de actualización automática de las prestaciones según la evolución de los precios, la recomposición de aranceles acumulados y una revisión mensual de las pensiones no contributivas. El cálculo oficial y de analistas independientes sitúa el costo fiscal en un rango acotado: entre aproximadamente 0,28% y 0,51% del PBI, una cifra que desmiente la versión gubernamental que planteaba un impacto impariable sobre las cuentas públicas.
En la misma sesión, la Cámara alta también le dio media sanción a un proyecto para modificar el régimen de los decretos de necesidad y urgencia (DNU), con 56 votos a favor, ocho en contra y dos abstenciones. La iniciativa, impulsada por bloques opositores, procura limitar la posibilidad de que un Ejecutivo eluda al Parlamento mediante DNU y ahora deberá tramitarse en Diputados. Para el oficialismo fue otro signo del cerco que le impone una mayorías parlamentaria hostil.
El rechazo del veto y el avance sobre los DNU ocurren en un contexto de agravamiento general para la Casa Rosada. En las últimas semanas se sucedieron filtraciones y audios que despertaron denuncias por presuntas maniobras de corrupción vinculadas con la Agencia Nacional de Discapacidad y con personas del entorno presidencial, un escándalo que tensionó aún más la gestión. Al mismo tiempo, los números económicos muestran fragilidad: el peso se debilitó, las autoridades tuvieron que vender reservas para contener la corrida cambiaria y las proyecciones electorales del oficialismo aparecen en retroceso en sondeos privados.
Esa combinación —malestar social, escándalos y tambaleos en la economía— es la que explica por qué se fueron erosionando las alianzas que sostenían inicialmente al gobierno. Sectores empresariales y rurales, que en algún momento parecieron naturales aliados de la agenda liberal, comenzaron a distanciarse ante la falta de señales de estabilidad y la imposibilidad de traducir el programa económico en resultados concretos para la producción y el empleo. La crisis en Discapacidad terminó de colmar la paciencia de amplios sectores de la opinión pública.
La jornada del jueves quedará registrada como otra evidencia de que el plan de fuertes reformas liberales chocó con los límites de la institucionalidad y la movilización social. Con la ley de emergencia en discapacidad restablecida y el control parlamentario sobre los DNU en marcha, el escenario político hacia las elecciones provinciales de este fin de semana y las intermedias de octubre, se muestra hostil para el oficialismo: la política, por ahora, parece imponerse sobre la audacia del mercado.