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Mentiras y verdades en medio de la crisis y el horror del país

El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, salió este viernes a desmentir una imagen que se viralizó en redes y lo mostraba supuestamente comprando en un Apple Store de Nueva York. Desde su cuenta en X negó haber estado de compras ni haber cambiado su aspecto y aprovechó la difusión del fake para apuntar directamente contra el gobierno nacional y su relación con los Estados Unidos.

En el posteo el mandatario bonaerense calificó la foto como “falsa” y denunció lo que llamó una “industria de la mentira” que, dijo, crece bajo la gestión de Javier Milei. Junto al mensaje, Kicillof publicó una imagen comparativa en la que marcó con la palabra “Falso” la foto que lo mostraba en la tienda y, con la etiqueta “Verdadero”, una imagen de Milei junto a representantes estadounidenses, a modo de crítica simbólica sobre la entrega de la política económica.

La pieza que desmintió el gobernador había circulado con fuerza en cuentas de la llamada “tuitósfera libertaria” y en portales afines al oficialismo, según consignaron medios que monitorearon la viralización. La circulación del material se dio en un marco político tenso: la oposición aprovechó la difusión para cuestionar al gobernador, mientras desde el oficialismo se multiplicaron las acusaciones cruzadas.

La discusión pública no quedó aislada en el terreno de los montajes digitales. Kicillof vinculó la anécdota del fake con lo que considera la gravedad real de la política económica del gobierno nacional: la negociación que, según funcionarios estadounidenses, incluiría una línea de apoyo y compras de bonos por hasta 20.000 millones de dólares para apuntalar la economía argentina. Para el gobernador, ese vínculo con Washington implica una pérdida de soberanía y decisiones económicas que lesionan los intereses populares.

Las noticias sobre la posible asistencia financiera estadounidense —que generaron reacciones alentadoras en los mercados y críticas desde distintos sectores— se mezclaron esta semana con otra noticia que sacudió al país: el hallazgo del asesinato de tres jóvenes, crimen que fue transmitido en vivo en una red social y que desató una ola de indignación y convocatorias por justicia. Organizaciones de derechos humanos, referentes feministas y sectores políticos exigieron respuestas y señalaron la necesidad de políticas públicas para prevenir la violencia y la impunidad. Ese drama —y la discusión sobre responsabilidades estatales y recortes en políticas de género— ocupó el centro del debate y fue utilizado por actores políticos para atacar adversarios y desviar la agenda.

En ese contexto, Kicillof planteó que la circulación de fakes y la campaña de desprestigio buscan desmovilizar la solidaridad popular y debilitar a los espacios políticos que, en su diagnóstico, encarnan políticas públicas redistributivas. “Dejen de estafar, de mentir y de fabricar fakes que no causan gracia. Pónganse de una vez a gobernar en favor de Argentina”, concluyó el gobernador en su mensaje, que pretende combinar la defensa de su imagen personal con una crítica política de fondo.

La pulseada entre escenarios mediáticos y decisiones de Estado pone en evidencia varias tensiones: la fragilidad de la comunicación política en la era de las redes, la polarización que torna a la desinformación en arma cotidiana, y la sensibilidad social ante la violencia extrema y las crisis económicas. Para analistas y dirigentes sociales consultados por distintos medios, la respuesta exigida por las víctimas y sus familias no puede reducirse a la guerra de memes: demanda medidas concretas, desde una política de seguridad eficaz hasta la restitución de programas de prevención y protección que fueron recortados en los últimos meses.

La escena política local —manchada por imágenes falsas y mediada por mensajes cruzados— se juega hoy en dos planos: el de las iniciativas económicas que se negocian a nivel internacional y el de la vida cotidiana de millones de argentinas y argentinos que reclaman seguridad y políticas sociales efectivas. En la intersección de ambos planos se dirimen, más que disputas de imagen, decisiones que tendrán impacto real sobre salarios, jubilaciones, y la vida de los sectores más vulnerables. Esa es, según voces del campo popular, la verdadera batalla que debería ocupar a quienes gobiernan.

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