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Para Kicillof, EE.UU. no vino a ayudar sino a hacer negocio

En una dura serie de declaraciones, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, volvió a apuntar contra la intervención financiera de Estados Unidos en la economía argentina y cuestionó el rol de la ayuda condicionada en el triunfo electoral de Javier Milei en octubre. Desde esa lectura, el mandatario provincial trazó un vínculo directo entre la presión externa, la pérdida de soberanía en sectores estratégicos y el creciente descontento entre los trabajadores.

El gobierno estadounidense no vino a ayudar a Argentina, sino a hacer un negocio”, afirmó Kicillof, al referirse al swap de 20.000 millones de dólares que, según su versión, terminó beneficiando a actores externos. “Al final, plata había”, ironizó, para subrayar que la supuesta falta de recursos fue sólo un relato y no el verdadero motivo de la intervención.

Kicillof sostuvo que la primera intervención del Tesoro estadounidense —que, según dijo, fue anterior a las elecciones y consistió en la compra de pesos— buscó “salvar a Milei de sus propios errores de política económica”. Fuera de esa hipótesis, el gobernador negó que la intervención fuera para corregir supuestas falencias de la gestión anterior: “Entonces no era el ‘riesgo kuka’”.

Más grave aún, según sus declaraciones, fue la presión política: “El Tesoro de los EE. UU. anunció un intercambio de monedas por 20.000 millones de dólares, condicionado a la victoria de Javier Milei. Es decir, extorsionó a los argentinos: si no ganaba Milei, retiran la ayuda y se producía una crisis cambiaria”, denunció Kicillof, quien citó además el protagonismo público de figuras como Donald Trump en los días previos al sufragio.

En el mismo sentido, mencionó el accionar de asesores internacionales: recordó que Bessent “decidió sobre nuestras retenciones a la soja con un tuit” y que se ordenaron restricciones en la relación económica y política con China. Para el gobernador, estas decisiones externas tuvieron consecuencias concretas: la suspensión de un proyecto de cooperación científica argentino-chino —el Radiotelescopio Argentino-Chino (CART) en El Leoncito, San Juan— y el “desmantelamiento y entrega” del sector nuclear, un área en la que, dijo, “Argentina se encontraba en la vanguardia tecnológica”.

Soberanía en jaque y un plan desde los trabajadores

La lectura de Kicillof fue nítida: no se trata sólo de una operación financiera, sino de un plan más amplio que afecta la soberanía científica y productiva del país. “¿Quién toma las decisiones en Argentina? Porque hoy sabemos que no era ayuda ni salvataje, sino amenazas, más deuda y pago de intereses. EE. UU. sacó ganancia con plata que pagamos los argentinos”, sentenció.

En ese marco, el gobernador conectó la intervención con el descontento social y la baja participación electoral: para Kicillof, la apatía o el rechazo en las urnas son manifestaciones del malestar de los trabajadores frente a políticas que, a su juicio, priorizan negocios externos y ajustes internos. Desde esa perspectiva resulta urgente —dijo— “construir un plan político propio desde los laburantes en donde pongamos al frente el desarrollo de la humanidad por delante”.

Frente a su diagnóstico, Kicillof reclamó una reunión con el ministro del Interior, Diego Santilli, para discutir “los fondos de los bonaerenses y las miles de obras públicas paralizadas por el gobierno nacional”. La respuesta pública del ministro fue crítica y con tono político: “Hay que ser coherentes y no tener doble personalidad. Voy a estar visitando a todos los que firmaron el Pacto de Mayo, él no participó, no adhirió al RIGI, no adhirió a la Ley de Reiterancia para terminar con la puerta giratoria, no adhirió a la Ley Antimafia. ¿Acaso le tiene que pedir permiso a Cristina Kirchner?”, replicó Santilli.

Las acusaciones de Kicillof instalan varios ejes de debate: hasta qué punto las intervenciones financieras internacionales condicionan procesos políticos internos; cómo se repercuten esas decisiones en la capacidad del país para sostener proyectos de largo plazo (científicos, nucleares, productivos); y cuál es la estrategia que deberán construir las fuerzas sociales y los trabajadores para recuperar protagonismo y soberanía.

Desde una impronta progresista, el gobernador llamó a no resignarse a la lógica de meras correcciones técnicas o a la delegación de decisiones clave en manos externas. Su propuesta final fue política y colectiva: enfrentar el avance de intereses foráneos con un “contra-plan” elaborado por y para los trabajadores, que ponga en el centro el desarrollo humano y la recuperación de capacidades estratégicas del país.

Como cierre, la reflexión de Kicillof resume el desafío: transformar el malestar social en una alternativa política que proteja la soberanía, reintegre proyectos de ciencia y tecnología y devuelva a la comunidad laboral el protagonismo en la toma de decisiones que marcan el rumbo del país.

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