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Cada vez más niños y adolescentes asisten a comedores

Un estudio realizado por la UTEP y la Universidad de Buenos Aires expuso la grave situación alimentaria en los barrios populares del país. Según el relevamiento, que incluyó 766 comedores, merenderos y ollas populares en 17 provincias y que atienden a 72.390 personas, el 70% de quienes asisten a estos espacios son niños y adolescentes. Este dato evidencia la creciente vulnerabilidad de las infancias en un contexto marcado por la falta de políticas públicas efectivas.

A pesar de la escasez de recursos y la ausencia de apoyo estatal significativo, las comunidades organizadas han encontrado formas de responder a las necesidades urgentes de sus vecinos. “Frente al ajuste y la violencia económica, los trabajadores de los barrios han buscado soluciones creativas: recolectan donaciones, organizan actividades y eventos para recaudar fondos y asegurar al menos algunos días de comida para las familias”, explicó Sonia Lombardo, socióloga y ex directora del Registro de Trabajadores de la Economía Popular (Renatep).

El informe detalla también que estos espacios no solo ofrecen alimentos, sino que funcionan como pilares de la vida comunitaria. Allí se desarrollan actividades educativas, deportivas y de cuidado, consolidándose como lugares esenciales en los barrios más afectados por la crisis. Según Lombardo, estos centros “atienden múltiples necesidades y son fundamentales para fortalecer el tejido social”.

En cuanto al funcionamiento de los comedores, el estudio reveló que la mayoría opera dos o tres días a la semana. Su sostenimiento depende, en gran medida, de la solidaridad vecinal: el 39% de los recursos proviene de donaciones privadas, mientras que un 34% se genera a través de actividades productivas organizadas por quienes gestionan estos espacios, como ventas de alimentos y rifas. Solo un 13% de los fondos proviene de los gobiernos locales o provinciales.

Los comedores son el corazón de la organización comunitaria”, señalaron los investigadores. “Son lugares donde se dona tiempo, esfuerzo, insumos y espacios, y donde se construye la convicción de que nadie puede salir adelante solo. La solidaridad es el motor que impulsa cada plato de comida”.

En medio de este escenario crítico, los movimientos sociales organizaron una cena navideña en el Congreso, que contó con la participación de más de 4.500 vecinos del Área Metropolitana de Buenos Aires. Este evento, realizado por octavo año consecutivo, reafirma el compromiso colectivo de las comunidades por luchar contra las desigualdades.

La UTEP y otras organizaciones concluyen que la lucha por una vida digna para todos debe incluir un modelo productivo nacional que desafíe los intereses de los grandes grupos económicos. Desde los barrios, el llamado es claro: construir colectivamente soluciones que prioricen las necesidades del pueblo trabajador y promuevan un futuro más justo.

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