Cristina: una figura que no se borra ni pueden borrarla
A más de una década del final de su segundo mandato, Cristina Fernández de Kirchner sigue ocupando un lugar central en la política argentina. Lejos de retirarse en silencio, su figura continúa convocando, generando debate y, sobre todo, despertando lealtades profundas. En medio de una crisis económica y una fragmentación política cada vez más evidente, muchos sectores del pueblo vuelven la mirada hacia ella, no como una ex presidenta del pasado, sino como una referencia viva que sigue marcando el rumbo.
La expresidenta, que gobernó entre 2007 y 2015 y fue vicepresidenta entre 2019 y 2023, dejó un legado tangible: ampliación de derechos, políticas sociales inclusivas, fortalecimiento del rol del Estado, e impulso a una política exterior soberana. Durante sus gobiernos, millones de argentinos accedieron por primera vez al trabajo formal, a una jubilación, a una vivienda, a la universidad. Esa memoria está lejos de desvanecerse.
Más allá de los intentos por desacreditarla judicialmente —con causas impulsadas por sectores del poder económico, mediático y judicial— Cristina no perdió la centralidad. Por el contrario, esas embestidas reforzaron la percepción de que se trata de una líder perseguida por defender los intereses populares. El intento de magnicidio de septiembre de 2022 fue un punto de quiebre: no solo expuso el odio que ciertos sectores promueven, sino que también despertó una ola de solidaridad y conciencia democrática que aún perdura.
Hoy, con un gobierno nacional que impulsa ajustes brutales, desfinancia áreas sensibles como la salud, la educación y la cultura, y recorta derechos conquistados, la figura de Cristina emerge como una brújula moral y política para muchos. No se trata solo de su historia, sino de lo que representa: una idea de país donde lo colectivo tiene valor, donde el Estado cuida, donde el pueblo tiene voz.
Los que la apoyan no lo hacen por nostalgia, sino por convicción. Porque saben lo que fue tener un gobierno que priorizó a las mayorías, que enfrentó al FMI y que creyó en una Argentina para todos, no para unos pocos.
Cristina no necesita cargos para ser líder. Está presente en cada plaza, en cada marcha, en cada mate compartido entre quienes sueñan con un país más justo. Su nombre, guste o no, sigue siendo bandera. Y eso, en tiempos de incertidumbre, no es poco.