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Ecuación que no cierra: se exporta barato e importa caro

El intercambio comercial de nuestro país registró en el último año un fuerte giro: el saldo favorable se redujo drásticamente de 2.047 millones de dólares a apenas 608 millones. Según el INDEC, las compras al exterior crecieron un 29,4 %, alcanzando los 6.488 M USD, mientras que las exportaciones cerraron en 7.095 M USD. Este estrechamiento del superávit responde, por un lado, a un alza sostenida de las importaciones y, por otro, a la merma en el volumen de ventas externas, pese a que el monto total exportado apenas creció en términos absolutos.

Detrás de estas cifras, los sectores tradicionales de exportación sufrieron retrocesos significativos: las manufacturas agropecuarias cayeron un 11,3 % interanual y los despachos de combustibles se desplomaron un 29,3 %. Ambos rubros, vinculados al núcleo duro de la llamada “burguesía nacional”, evidencian la dificultad de esos capitales para expandirse en un mercado dominado por grandes consorcios internacionales.

La crisis sojera es particularmente emblemática: el sector exportó 28,4 % menos, lo que implicó una pérdida de 714 millones de dólares, aun cuando el total de exportaciones apenas se redujo en 571 millones. Esa debacle compromete los envíos con los que el Gobierno había previsto financiar parte de sus obligaciones con el Fondo Monetario Internacional. De hecho, entre enero y mayo, el superávit acumulado sumó solo 1.883 millones, casi un 80 % inferior al mismo período del año anterior, y lejos de cubrir las exigencias financieras de 2025.

A este panorama se suma el quiebre de empresas emblemáticas: en 2024 y lo que va de 2025, compañías como Petrolera Aconcagua, San Miguel, Los Grobo, Agrofina, Surcos, GEMSA y Celulosa Argentina entraron en cesación de pagos. Paralelamente, los proyectos de extracción de litio —clave para la industria tecnológica mundial— resultan inviable con el precio actual del mineral (unos 8.400 USD por tonelada), cuando para ser rentables deberían alcanzar al menos entre 20.000 y 30.000 USD.

Este desmoronamiento de la producción local y el endeudamiento creciente no son hechos aislados, sino el efecto de un modelo económico que prioriza la venta de materias primas y la importación de bienes manufacturados. Bajo la administración de Javier Milei, la “primarización” de la economía —fomentada por poderosos grupos extranjeros— ha profundizado la dependencia del país, debilitando las cadenas de valor y reduciendo drásticamente el margen de maniobra de la industria nacional.

Al fin, todos estos indicadores tienen un hilo conductor: la valorización de monocultivos y recursos primarios a expensas de un desarrollo genuinamente diversificado, dejando a nuestros empresarios y trabajadores a merced de las grandes corporaciones globales. En ese contexto, la Argentina se ve obligada a exportar cada vez más barato, mientras lucha por conservar el mínimo espacio productivo que le queda.

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