Editorial: Desidia
(Por Eduardo J. Bidegaray). La emergencia ferroviaria en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) ha revelado una preocupante indiferencia del Gobierno nacional hacia la seguridad y el bienestar de los pasajeros que diariamente dependen de un servicio cada vez más precario. A pesar del reciente accidente en Palermo, donde dos formaciones del tren San Martín chocaron sin causar, milagrosamente, víctimas fatales, los responsables de gestionar el sistema parecen más interesados en mantener sus fantasías economicistas que en proteger la vida de los ciudadanos.
La desidia del gobierno no es nueva, pero se ha intensificado en un contexto de ajuste feroz que muchos piensan, conduce a la privatización o concesión del servicio ferroviario. Millones de personas utilizan el tren diariamente, un medio que se vuelve cada vez más necesario ante los aumentos descontrolados en colectivos y subtes.
La realidad es que cada viaje puede convertirse en una aventura peligrosa. Demoras imprevistas, cancelaciones repentinas y detenciones que obligan a los pasajeros a caminar sobre las vías, son situaciones cotidianas que evidencian el deterioro del servicio. El accidente del 10 de mayo fue un punto de inflexión. Expuso la vulnerabilidad del sistema: la falta de cables -robados- impidió que las señales automáticas funcionaran, y la comunicación radial, junto con la intervención humana, falló estrepitosamente. Este suceso trajo a la memoria la tragedia de Once, y aunque el gobierno reaccionó, tarde, declarando la emergencia ferroviaria, lo cierto es que las obras anunciadas no han comenzado y las inversiones siguen trabadas. Los esfuerzos para implementar el ATS, un sistema de seguridad que detiene los trenes automáticamente, han sido insuficientes y mal gestionados.
La flota renovada está paralizada por la falta de repuestos y la ausencia de un stock adecuado, mientras que la gestión ferroviaria ha perdido profesionalidad debido a la creciente politización en posiciones técnicas clave. Hoy, frente a un gobierno que parece más interesado en dejar que el servicio se degrade para justificar su entrega al sector privado, la emergencia ferroviaria sigue siendo un peligro latente, una bomba de tiempo que amenaza la vida de millones de argentinos.