El Gobierno se va de la OMS y desregula medicamentos
En una decisión que despertó preocupación tanto en el ámbito local como internacional, el Gobierno argentino confirmó su salida de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El anuncio llegó acompañado por un paquete de reformas que incluye recortes en el sistema sanitario, revisión de vacunas y medicamentos, y controles más estrictos sobre aditivos alimentarios. Pero detrás del gesto de soberanía, expertos advierten sobre los riesgos de aislarse de una red clave en materia de salud global.
El comunicado fue emitido por el ministerio de Salud tras un encuentro entre su titular, Mario Lugones, y Robert F. Kennedy Jr., funcionario estadounidense de fuerte impronta antivacunas. El texto acusa a la OMS de actuar con “intereses políticos” y de sostener “estructuras burocráticas que no se auditan a sí mismas”.
La salud pública, en riesgo de aislamiento
Más allá del tono ideológico del mensaje, la desvinculación de Argentina de la OMS podría dejar al país fuera de circuitos estratégicos de cooperación científica, financiamiento internacional y monitoreo de enfermedades. La OMS no solo brinda asistencia técnica y articula respuestas ante emergencias sanitarias, sino que también es clave en la validación de vacunas, tratamientos y campañas preventivas.
Salir de este organismo implica perder acceso directo a información crítica y redes de contención en contextos como brotes epidémicos o pandemias. También pone en jaque la continuidad de acuerdos y programas compartidos con otros países en temas como enfermedades infecciosas, salud materno-infantil, resistencia antimicrobiana o distribución de insumos esenciales.
Revisión de vacunas: ¿auditoría o retroceso?
Uno de los puntos más controvertidos del plan oficial es la revisión del proceso de aprobación de vacunas, con énfasis en las utilizadas durante la pandemia de Covid-19. El Ministerio sostuvo que fueron aplicadas sin controles adecuados y bajo “condiciones excepcionales”, lo que abre la puerta a una deslegitimación de una herramienta que fue fundamental para reducir la mortalidad en todo el mundo.
Aunque el Gobierno aseguró que continuará con campañas “seguras y eficaces”, como la del sarampión, los cuestionamientos al proceso científico podrían afectar la confianza pública en la vacunación, con consecuencias sanitarias a mediano y largo plazo.
Recortes, medicamentos costosos y populismo sanitario
El plan sanitario también incluye una reestructuración de los entes de salud nacionales y el freno a la autorización rápida de medicamentos costosos, con énfasis en tratamientos para enfermedades raras o pediátricas. Si bien el control del gasto es necesario, hay temor de que detrás de este enfoque se esconda una lógica de ajuste que deje a los sectores más vulnerables sin acceso a terapias innovadoras.
A esto se suma la decisión de revisar los aditivos sintéticos en alimentos dirigidos a niños, una medida que, aunque necesaria, parece más una estrategia para sumar titulares que una política sanitaria de fondo.
Una jugada ideológica con consecuencias concretas
El alineamiento con figuras internacionales de dudosa credibilidad científica, como Kennedy Jr., refuerza el perfil ideológico de esta decisión. En lugar de fortalecer el sistema de salud con datos, recursos y cooperación internacional, el Gobierno parece optar por una narrativa de confrontación y repliegue.
Romper lazos con la OMS no es solo un gesto simbólico: puede traducirse en un debilitamiento real de la capacidad del Estado para responder ante crisis sanitarias. En tiempos en que la salud pública depende cada vez más de la articulación global, el aislamiento no parece el camino más prudente.