El precio de los alimentos pegó una estampida
Un nuevo informe del Centro de Estudios por la Soberanía Popular “Mariano Moreno”, titulado “Riesgo Milei II”, documenta en detalle la fuerte escalada de precios que en septiembre afectó a los alimentos de primera necesidad y denuncia que la transferencia de la crisis hacia los bolsillos populares fue acelerada —y aprovechada— por los grandes grupos económicos que operan en la Argentina. El relevamiento, realizado entre el martes 16 y el viernes 27 de septiembre en las principales cadenas de supermercados, muestra aumentos de dos dígitos en productos que constituyen la base de la canasta de los sectores populares.
El informe sintetiza una realidad que ya golpea la mesa cotidiana: en apenas dos semanas se registraron incrementos del 25% en lentejas, 16% en cervezas, 15% en paleta cocida feteada y 14% en jugo de naranja en tetrabrik. También escalaron la manteca (+14%), los spaghettis y la harina (+12%). Lo más grave es que la mayor parte de esas alzas se concentran en segundas y terceras marcas y en marcas propias de hipermercados —los productos más económicos y, por tanto, los que consumen con mayor frecuencia las familias de menores ingresos—, lo que dispara el costo de acceso al alimento básico para quienes menos tienen.
El relevamiento ingresa además al detalle por rubros y por marcas: en aceites, la mayor suba fue la del producto Pureza (+9,3%), frente a un incremento menor de Natura (+5,5%). En arroces, la etiqueta más golpeada fue Carrefour (+6,5%) por encima de Dos Hermanos (+3,8%); y en harinas la Bulnes marcó un alza del 12,2% contra 4,5% de la Blancaflor. El documento consigna además aumentos generalizados en bebidas como Coca-Cola y Pepsi (+4%) y subas del orden del 8% en galletitas, mermeladas, atún y fideos de Arcor. Entre las harineras, Molinos reportó listas al alza; Unilever incrementó una gama de productos en torno al 5%.
Los autores del estudio advierten que la mecánica de las subas no se limita a remarcaciones puntuales: empresas que aún no aumentaron están informando a los comercios que habrá nuevas listas de precios —del 5% y hasta 6,5%— a implementarse desde el 1° de noviembre, lo que anticipa una nueva ola de transferencia inflacionaria. Ese aviso, subraya el informe, actúa como mecanismo de expectativa que presiona al alza a distribuidores y minoristas y desata ajustes acumulativos sobre los precios minoristas.
El contexto político-económico detrás de la estampida
El centro que firma el trabajo señala una conexión directa entre la inestabilidad política generada por las últimas elecciones provinciales y la volatilidad de los mercados: el “revés” sufrido por la tropa oficial en la provincia de Buenos Aires intensificó turbulencias financieras —suba del dólar, aumento del riesgo país— que, rápidamente, se trasladaron a las góndolas. Es decir, la pérdida de confianza y la especulación financiera operaron como catalizadores de remarcaciones bruscas en alimentos. Varios reportes periodísticos de septiembre registraron alzas de hasta 50% en ciertos artículos, coincidencia que refuerza la foto que presenta el estudio “Riesgo Milei II”.
El documento del Mariano Moreno cuestiona el relato gubernamental sobre una supuesta “inflación controlada” y señala que, aunque los índices generales pueden mostrar moderación en ciertos meses, los movimientos dentro de la canasta básica desmienten esa idea para los sectores populares: las remarcaciones en segundas marcas y productos básicos terminan por erosionar el salario real de las familias trabajadoras. Esa crítica se vuelve más punzante si se la cruza con datos oficiales: mientras algunos informes periodísticos recurrieron al Indec para registrar desaceleraciones puntuales del IPC en meses recientes, los aumentos puntuales y concentrados en alimentos —tal como documenta el estudio— explican por qué el “índice promedio” no alcanza para dar cuenta del impacto distributivo real.
Con salarios en buena parte estancados y pérdida de poder adquisitivo acumulada, la variación reportada por el estudio equivale a un empobrecimiento efectivo de los hogares: subir 10 o 25% un producto de primera necesidad durante dos semanas obliga a hogares ya ajustados a recortar porciones, cambiar a marcas de peor calidad o recortar otras partidas esenciales (salud, transporte, educación). En términos macro, un proceso de estas características erosiona la demanda doméstica y profundiza la recesión, pero en términos concretos significa platos menos abundantes y crecientes filas en comedores y merenderos.
El informe reclama medidas urgentes de control y regulación: mayor fiscalización de listas de precios, investigación sobre prácticas de remarcación coordinada, instrumentos de protección para las familias (reforzamiento de programas alimentarios, congelamiento de precios esenciales) y políticas que aspiren a frenar la especulación cambiaria y financiera que alimenta estas subas. Además, exige transparencia sobre las decisiones de las grandes empresas y cadenas que actúan como formadoras de precios y llama a políticas de sostén del salario real.
“Riesgo Milei II” subraya una cuestión estructural: en contextos de incertidumbre política y financiera, las grandes corporaciones y cadenas comerciales suelen aprovechar para recomponer márgenes. No se trata sólo de cubrir costos de reposición: la evidencia del relevamiento apunta a que las primeras marcas pueden sostener subas más moderadas mientras las segundas y propias, consumidas por los más pobres, reciben los mayores golpes. Ese fenómeno agrava la desigualdad alimentaria y coloca a la política económica y de competencia como nodos esenciales de intervención.
El informe es una alerta rotunda: la descarga de la crisis sobre el precio de los alimentos no es un accidente técnico, sino el resultado de expectativas financieras, tácticas comerciales y decisiones políticas que favorecen la traslación de costos al consumidor más vulnerable. Frente a eso, los autores piden medidas inmediatas para proteger el acceso a la canasta básica y políticas de fondo que impidan que la crisis sea, una vez más, pagada por quienes menos tienen.