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Envejecer en tiempos del “siempre joven”

Hoy, además de tener que parecer joven a cual-quier precio, ¡hay que sentirse joven! Hay que tener la vitalidad de los 40 cuando se tiene 70, 80 o más. Ese empuje a la juventud encubre, en realidad, un rechazo al paso del tiempo y sus consecuencias en el cuerpo. Se plantea un imperativo, una orden: ¡Hay que…! Muchas veces, cuando no se logra estar en sintonía con ese mandato insensato, se lo padece sin mediar cuestionamiento alguno: ¿hay qué…? ¿Por qué?

Algunos dirán que envejecer implica una pérdida irreparable que los deprime. Sin embargo, no es aceptar la pérdida lo que genera pesimismo o depresión, sino justamente, rechazarla. Freud, en su texto La transitoriedad, comenta que algunas personas no aprecian lo bello de la vida por estar destinada a desaparecer. Concluye que, por un lado, precisamente por ser breve el lapso de tiempo, lo bello resulta aún más valorable. Por otro lado, quienes aprecian lo bello de la vida, a pesar de ser transitoria, son quienes logran realizar el duelo necesario para aceptar la finitud.

La depresión como respuesta
El encuentro en la vejez con muchas pérdidas contingentes al mismo tiempo, puede conducir a las personas a deprimirse. Puede ocurrir que caigan funciones que nos sostuvieron toda la vida o que le daban un sentido. Esto puede producir desorientación y angustia. Cuanto más estable y rígido fue el sentido construido en la vida, menos preparado se está para afrontar la fragilidad de nuestra existencia; siendo la depresión una respuesta muy frecuente.

Vejez y sexualidad
Es habitual el prejuicio de que los adultos mayores carecen de actividad sexual. Y, si algún deseo se vislumbra, suele ser criticado o rechazado como algo que no debería ocurrir, como algo a destiempo o fuera de lugar. Nos recuerda a las resistencias que tuvo Freud cuando se atrevió a hablar de la sexualidad infantil. También allí aparecía la crítica de un destiempo: se creía que la infancia no era el momento para lo sexual sino que irrumpía en la pubertad. La lectura que hacemos desde Freud es que cada sujeto, más allá de la edad, intenta lidiar con lo sexual que está en juego en cada momento vital. No hay una única respuesta estandarizada que nos diga que en la vejez la sexualidad es de tal manera o debe ser de tal otra.

¿Un modo ideal de vivir?
En la vejez se suele caminar lento, dormir mucho, moverse despacio. A veces pasar mucho tiempo mirando televisión o sin hacer nada, desentona con la velocidad del “todo ya”, característico de nuestra época. Esa lenta calma de los adultos mayores, nos interroga acerca de qué es lo que tanto nos apura, qué es lo que estamos buscando en nuestro afán de alcanzar la felicidad que siempre suponemos en otro lado.

El futuro ya no es tan importante, el presente y el pasado vivido ocupan la existencia. Comenzar un análisis en este momento de la vida, permite resignificar hechos vividos para poder reubicarnos, transitar duelos y encontrar otros sentidos de la vida mediante el relato de vivencias de otros tiempos y construcciones del pasado que se realizan en un tratamiento.

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