La industria en su peor momento
El Día de la Industria llegó con un clima de fuerte preocupación entre los gremios del sector. En la sede de SMATA, la Confederación de Sindicatos Industriales de la República Argentina (CSIRA) se reunió para poner en números lo que se viene denunciando desde hace meses: un proceso acelerado de desindustrialización, alimentado por la apertura económica, el endeudamiento y la primarización productiva.
Desde la llegada de Javier Milei al poder, a fines de 2023, las estadísticas son contundentes: ya bajaron sus persianas más de 15 mil fábricas en todo el país, con la consiguiente pérdida de 130 mil empleos industriales. La provincia de Buenos Aires, motor de la producción nacional con la mitad de la industria concentrada en su territorio, encabeza la lista con 4.293 empresas cerradas.
El secretario general de la UOM, Abel Furlán, describió el panorama con crudeza: “Cada vez que nuestro país vivió un proceso de desindustrialización, también cargó con un endeudamiento feroz. Hoy no es la excepción”. Según advirtió, la deuda externa se convertirá en un obstáculo mayúsculo para cualquier intento de reconstrucción.
Pero el dirigente metalúrgico también puso el foco en el deterioro de los ingresos: denunció una transferencia brutal de recursos desde el trabajo hacia los sectores concentrados. “Desde 2015 hasta hoy perdimos más del 30% del poder adquisitivo. Cuando medimos esa pérdida, hablamos de entre 57 y 60 millones de pesos menos por cada trabajador”, graficó.
El informe elaborado por la CSIRA junto con el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) muestra que la provincia de Buenos Aires no está sola en la debacle: Córdoba perdió 2.290 unidades productivas, la Ciudad de Buenos Aires 2.090, Santa Fe 1.687, Mendoza 770, Chaco 733, Entre Ríos 512 y Corrientes 434.
El relevamiento del Instituto Argentina Grande (IAG) confirma la magnitud del derrumbe: entre noviembre de 2023 y mayo de 2025 se destruyeron casi 100 mil empleos registrados en el sector privado. Solo la industria manufacturera perdió más de 33 mil puestos, mientras que la minería y la construcción se llevaron la peor parte, con más de 97 mil trabajadores menos.
En paralelo, cerraron 1.482 fábricas y 1.669 empresas de la construcción. La encuesta gremial es lapidaria: 8 de cada 10 sindicatos aseguran que la situación laboral está peor que en el trimestre anterior, con horas extras recortadas, suspensiones, despidos, adelanto de vacaciones y jubilaciones forzadas. También 7 de cada 10 reportan caídas en ventas y producción, con máquinas que apenas funcionan a la mitad de su capacidad.
El panorama empresarial no es más alentador: el 74% admitió haber despedido trabajadores, el 61% redujo turnos y más de la mitad ofreció retiros voluntarios.
En la misma jornada, el gobernador bonaerense Axel Kicillof apuntó contra la política económica nacional: “Este es un modelo donde lo único que funciona bien es la bicicleta financiera, la timba y la especulación”, cuestionó, en alusión directa a la orientación del Ejecutivo libertario.
Lo cierto es que el “Día de la Industria” encontró a los trabajadores con poco para celebrar. Entre fábricas que cierran, sueldos en picada y un mercado laboral cada vez más precario, lo que se impone es un diagnóstico compartido: el país atraviesa un nuevo ciclo de desguace productivo, y la resistencia sindical busca frenar lo que describen como un ataque directo al corazón de la clase trabajadora.