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Los ingresos de los hogares caen sin freno

La semana electoral bonaerense encuentra al Gobierno con un problema que ni la propaganda oficial puede disimular: los ingresos de los hogares siguen retrocediendo y, según cálculos privados que reconfiguran la canasta de consumo, la caída del poder adquisitivo sería mucho más profunda de lo que indica el índice oficial vigente. El escenario —una combinación de devaluación, precios en alza y salarios que no logran recomponerse— pone al Ejecutivo en una posición delicada justo cuando necesita remontar imagen en territorio clave.

Los números son contundentes: desde noviembre de 2023 el salario mínimo perdió cerca de un tercio de su poder de compra real, mientras que las remuneraciones promedio registradas se desplomaron alrededor de un 5%. Y si se aplica la actualización metodológica que plantea utilizar el INDEC —un “IPC reponderado” que toma como referencia la encuesta 2017-2018 en lugar de la desactualizada de 2003/04—, la contracción salarial se acelera y la merma en los ingresos se duplica en varios casos.

CIFRA: recuperación parcial y nuevo derrumbe

El informe del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA) traza la evolución reciente: la fuerte devaluación y el salto de precios marcaron el arranque del gobierno de Javier Milei con una brusca pérdida del salario real. Posteriormente, una desaceleración inflacionaria permitió una “recuperación parcial” que tocó su pico en noviembre de 2024; sin embargo, esa pausa en los precios no se tradujo en mejoras salariales sostenidas. El aumento del desempleo y la estrategia oficial de limitar las paritarias por debajo del ritmo de los precios, terminaron por frenar cualquier recomposición. Resultado: en junio de 2025 el salario real registrado seguía 5,5% por debajo del nivel de noviembre de 2023.

La actualización del índice oficial —técnica y ya finalizada desde fines de 2024 pero todavía sin aplicación plena— revela un cuadro más severo. Con el IPC “reponderado” la pérdida de salario real entre noviembre de 2023 y junio de 2025 se eleva a 9,1%. La brecha entre sector privado y público se agranda: los salarios del sector privado muestran una caída contenida según el IPC vigente (una caída nominalmente menor), pero con la canasta actualizada la pérdida real asciende hasta 4,4%; en tanto, los sueldos públicos sufren una merma del 14,3% con la medición antigua que se amplifica al 17,6% con la nueva ponderación.

Un dato que claramente alarma: el salario mínimo formalizó un derrumbe del 32,5% entre noviembre de 2023 y agosto de 2025. CIFRA calcula, además, que si el salario mínimo hubiese mantenido el poder adquisitivo de la década anterior, hoy superaría los $740.000. Para ponerlo en perspectiva, el valor real del ingreso mínimo hoy es inferior al observado durante buena parte de los años noventa y retrotrae niveles similares a los de la crisis de la Convertibilidad.

Ingreso familiar, crédito y empleos complementarios

El deterioro no se limita al salario: el ingreso disponible del hogar promedio en el AMBA mostró una caída real de 0,4% en junio, según Empiria, acumulando tres meses de retroceso en cuatro. El primer semestre cerró apenas 1% por encima de diciembre de 2024, pero sigue 7% por debajo de noviembre de 2023, un indicio de que la recuperación es corta y desigual.

Frente a la pérdida de ingresos, las familias encuentran alivios frágiles: el crédito crece como parche. El Banco Provincia detectó que los préstamos a hogares aumentaron más de 60% en términos reales entre noviembre de 2023 y julio de 2025, y pasaron de representar el 5% al 8% de los recursos familiares. Ese mayor endeudamiento funciona como complemento de ingresos en un contexto donde los salarios flaquean, pero también deja a las familias más expuestas a shocks futuros.

Otra consecuencia social visible es la multiplicidad de empleos: en el primer trimestre de 2025 casi uno de cada diez trabajadores tenía más de un trabajo, frente al 7,5% promedio del período 2021-2023. Es una señal clara de la precarización: no solo suben las horas trabajadas en conjunto, sino que crecen las economías domésticas que requieren varias fuentes de ingreso para llegar a fin de mes.

Política en clave económica

En plena contienda electoral provincial, estos indicadores configuran un terreno arduo para el oficialismo. La pérdida de poder adquisitivo no es sólo una cifra técnica: se traduce en menos consumo, mayor endeudamiento y una percepción extendida de empeoramiento de la calidad de vida. Frente a ese malestar, las estrategias de comunicación y los parches fiscales o nominales alcanzan con dificultad para revertir la sensación de quebranto.

La decisión del INDEC de actualizar finalmente su canasta (prevista para fines de 2025) tendrá también un efecto político: si las cifras oficiales quedan más cerca de las que hoy pintan los estudios independientes, la presión sobre salarios, tarifas y transferencias sociales podría intensificarse. Y eso, en el fondo, plantea un dilema para el Gobierno: o admite el ajuste más profundo que pedirían las cuentas o afronta la crisis social que genera el mantenimiento de la actual estructura de ingresos.

Los datos que emergen de los relevamientos privados y de las entidades provinciales muestran que la deflación del salario real no es un episodio transitorio sino un proceso sostenido. Para la ciudadanía, la discusión sobre metodologías estadísticas es importante; para millones de hogares, lo decisivo es que el sueldo alcance para cubrir la canasta básica. En ese terreno —el de los bolsillos— es donde se están jugando no sólo votos sino la capacidad del Estado para garantizar condiciones mínimas de vida. Y llegados a la semana electoral, ese déficit material pesa más que cualquier operativo mediático.

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