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Pareja abierta: ¿es una solución o un problema?

La pareja abierta suele presentarse como un ideal, sin conflictos ni angustias. Aportaría claridad, honestidad, a partir de acuerdos y consensos. Sin embargo, casi siempre aparecen los celos, el miedo a que el otro se enamore y nos deje. No evita el malentendido fundamental de las relaciones, pero tampoco evita que las nuevas reglas que se pactan, acordes a cada caso ¡también se transgredan!, reencontrando la falta de garantías que se pretende ocultar.

Suele ocurrir que parejas que llevan algunos años juntos consideren la posibilidad de abrir la pareja. Cuando se termina el encanto del enamoramiento se pone a prueba el amor. Es decir, cómo cada una/o se las arregla con lo que no le gusta del otro y con lo que no marcha en la relación.

Una pareja que recién comienza se plantea, casi como condición, con el fin de evitar futuros conflictos, que la pareja sea abierta. ¿Por qué llegan a ese planteo? Para algunos puede ser un modo de sortear las infidelidades, mientras que para otros, podría ser la posibilidad de preservar el individualismo e independencia que se supone están en riesgo a la hora de formalizar una relación, de elegirse, de “ser exclusivos”. Cada elección implica, necesariamente, alguna pérdida, tanto si se decide estar con otros como si se decide sólo estar con un@.

Con frecuencia escuchamos la queja por el desencuentro sexual atribuido a la monotonía, la rutina, las discusiones, etc… Entonces aparecen las condiciones para que el encuentro sea posible.

Si bien hay condiciones para el deseo, porque no se desea a cualquiera ni de cualquier mane-ra, estas condiciones no son un obstáculo en sí mismas si no que se vuelven tal, cuando hay un problema con el deseo.

Pareja abierta: ¿Libertad o control?
En el amor narcisista está la búsqueda del dominio. En este caso, la pareja abierta puede despertar la fantasía del control de lo que va a hacer el otro. ¿Respetará lo pautado? … que sólo va a ser por sexo, que no se va a enamorar, “que por mes tenés habilitado una vez”, y sólo vas a ver a esa persona … Se busca evitar la angustia que implica la falta de garantías, la incertidumbre acerca del amor del otro, del lugar que tengo en su vida.

El malentendido no es necesariamente un obstáculo. Los síntomas y malentendidos de las parejas no van a desaparecer necesariamente por el solo hecho de poner acuerdos y pactos, al momento de decidir abrir la pareja. La diferencia entre los sexos, hace que cada un@ viva la sexualidad y el amor de manera distinta. El contrato pretende borrar esa diferencia.

Desde el psicoanálisis hablamos de posiciones sexuadas, no de género, sino de modos de goce. En las posiciones masculinas prepondera el goce fálico, que por ejemplo, apuntaría a ser todo para el otro, ser el héroe o la heroína que se desvive por la pareja. En las posiciones femeninas, Lacan habla de un goce más allá del falo, un goce que habita todo el cuerpo y que necesita de las palabras y los signos de amor. Estas posiciones no necesariamente coinciden con el género femenino o masculino.

En algunos casos, el sentimiento de culpa y su necesidad de expiarla, empuja a “contar todo”. Por otro lado, en la época del hiper consumo, hay un empuje a satisfacer la sexualidad sin querer perderse de nada, arriesgándolo todo, que lleva a actos impulsivos, ya que “Hay que disfrutar!!”.

Desde el psicoanálisis, se tratará de escuchar a cada caso, apuntando a que el sujeto se escuche y se interrogue acerca de lo que le pasa, poder ubicar el conflicto en juego, sin juzgar ni culpabilizar, orientando la cura hacia la responsabilidad subjetiva. ¿Qué tenemos que ver cada uno de nosotros con eso que nos aqueja?

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