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Retroceso histórico del PBI per cápita argentino

Un informe reciente de la consultora Economía & Energía (ECEN) encendió nuevamente las alarmas sobre la evolución del ingreso por habitante en la Argentina. El estudio concluye que, entre 2011 y 2024, el PBI per cápita argentino se contrajo un 9,8%, ubicando al país —salvo por Haití— como el que mostró el peor desempeño de toda América Latina en ese período.

La magnitud del retroceso es doblemente relevante porque se da en una región que, en promedio, mostró crecimiento: mientras América Latina exhibió una expansión aproximada del 1% anual, Argentina acumuló una caída de 0,8% anual en su PBI per cápita entre 2011 y 2024. En ese ranking, solo Haití aparece con una evolución más negativa (−1,3% anual).

De líder a rezagado

Hace poco más de una década la Argentina encabezaba los indicadores regionales de ingreso por habitante. El informe de ECEN muestra ahora una foto distinta: el país perdió posiciones en el ranking latinoamericano y quedó detrás de Chile, Uruguay y Panamá. Ese desplazamiento no es solo simbólico: refleja una pérdida de capacidad relativa para atraer inversión, sostener empleo industrial y sostener salarios reales.

ECEN resume con dureza la situación: “La Argentina es el único país grande de la región cuyo ingreso por habitante es hoy menor al de hace más de una década”. Esa frase condensa un dato que no admite eufemismos: más allá de ubicarse todavía en el cuartil alto por PBI per cápita, la tendencia es de erosión y acercamiento al límite inferior del grupo regional.

El diagnóstico del documento apunta a un proceso de larga duración con raíces en desequilibrios del sector externo. Entre los factores que ECEN y otros analistas señalan están:

  • La implementación de controles cambiarios y trabas a las importaciones a partir de 2011, que, según el informe, terminaron por erosionar la competitividad.
  • El agotamiento de los superávits comerciales que alguna vez sostuvieron niveles de consumo en dólares, combinado con ciclos de endeudamiento que limitaron la inversión productiva.
  • Un estancamiento sostenido de la producción, pérdida de capacidad exportadora y deterioro del poder adquisitivo medido en moneda dura.

Es decir: no se trata únicamente de una mala racha, sino de un encadenamiento de políticas y choques externos que, acumulados, redujeron la capacidad del país para crecer en términos reales.

Detrás del 9,8% de caída hay hogares que vuelven a niveles de ingreso equivalentes a 2007. Para las mayorías —trabajadores formales e informales, jubilados, pymes— esto se traduce en menores salarios reales, pérdida de mercado interno y una mayor fragilidad frente a las crisis externas. En un contexto de inflación alta y volatilidad cambiaria, la contracción del PBI por habitante se convierte en un termómetro del malestar social y el incremento de la vulnerabilidad.

Organizaciones sociales y sindicatos ya advirtieron que cifras de este tipo suelen anticipar tensiones laborales y reclamos por políticas activas de empleo y protección social. La pérdida de posiciones competitivas en la región también abre la puerta a una mayor concentración económica si no se implementan políticas de fomento productivo y redistribución.

El informe llega en un año en que el Gobierno plantea la necesidad de retomar el crecimiento. Los datos de ECEN reclaman algo más que recetas de mercado: exigen políticas públicas activas que recuperen el tejido industrial y la capacidad de generación de divisas. Entre las medidas que suelen proponerse desde distintos sectores del progresismo figuran:

  • Una política industrial orientada a promover encadenamientos productivos, con estímulos a inversión y tecnologías, y protección temporal frente a la competencia desleal.
  • Recuperar una estrategia de inserción internacional que priorice exportaciones con valor agregado y no solo materias primas.
  • Programas de empleo y sostén del salario real para recomponer la demanda interna.
  • Gestión de deuda y financiamiento público orientado a infraestructura y reindustrialización, con controles que eviten ciclos destructivos de endeudamiento sin contrapartidas productivas.

Los analistas de ECEN insisten en que, sin resolver los desequilibrios externos y sin una estrategia productiva coherente, cualquier crecimiento será frágil y poco distributivo.

Los números son un llamado de atención: volver a los niveles de ingreso de 2007 implica que la Argentina perdió terreno acumulado durante años. Restablecer una senda de expansión sostenida requiere medidas que no se agoten en la ortodoxia del ajuste ni en soluciones puramente financieras. Para que el crecimiento sea real y llegue a la mayoría, deberá combinarse recuperación de la demanda, políticas industriales, negociación responsable de deuda y medidas que apunten a reducir la desigualdad.

El informe de ECEN no es un simple dato técnico: es una radiografía del impacto que decisiones de política económica y equilibrios externos tienen sobre la vida cotidiana de millones de argentinos. Si 2025 será el año de la recuperación, esa recuperación deberá diseñarse con prioridades sociales claras; de lo contrario, el país corre el riesgo de prolongar un retroceso que ya le costó demasiado a la mayoría.

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