CulturaVicente López

Ensamble de cuerdas en el CC Munro

Hay proyectos musicales que nacen para acomodarse al molde; y otros que se dedican a romperlo. El Cuarteto Divergente pertenece sin dudas al segundo grupo. Desde su formación en 2020, la agrupación de cuerdas propone un repertorio sorprendente y una puesta escénica que rehúye lo tradicional: versiones de la música clásica y del cancionero popular que conviven —sin fricciones forzadas— en conciertos que buscan la intimidad de un entorno natural o la intensidad de escenarios alternativos. Se presentarán el viernes 19 próximo, a las 20, en el Centro Cultural Munro, Av. Vélez Sarsfield 4650, con entrada gratuita. El día anterior a la función se habilitará la reserva online de localidades, desde las 18, a través de: https://www.vicentelopez.gov.ar/agenda/entradas-ccmunro o por chat con Vicente al 11 2287 3894. Las entradas presenciales -dos por persona- se entregarán el mismo día de la función, dos horas antes de la misma en boletería. La reserva tiene validez hasta 30 minutos antes de la función.

Escuchar al cuarteto es como descubrir a un hipopótamo cuando sos niño por primera vez. Es una sensación única”, dice Alejandro Terán, ideólogo del proyecto, arreglador y violista. Esa imagen incomprable resume la apuesta del ensamble: provocar asombro y fascinación mediante combinaciones impensadas —Charly García junto a Mozart; Soda Stereo con Ariel Ramírez; David Lynch y Virus— que, en la práctica, funcionan como pequeñas cápsulas temporales donde lo ecléctico se vuelve coherente.

La alquimia proviene tanto de la selección del repertorio como del perfil de sus integrantes. Junto a Terán están los violinistas Javier Casalla y Julián Domínguez y la chelista Carmen Rencar: músicos con recorrido en la escena clásica que no rehúyen los cruces estilísticos. Su paso por grabaciones y giras con artistas de la escena pop y urbana —colaboraciones que los han llevado a trabajar con nombres como Dillom, Lali y Louta— aporta una energía contemporánea que se siente en la versión, la dinámica y la actitud escénica.

Esa vocación “divergente” se traduce también en el equipo creativo que rodea al cuarteto: LadyMaría González firma el diseño de vestuario; Calvo está a cargo del diseño de sonido; Sendon diseña las luminarias; y Sandoval asume la gestión y la producción general. La propuesta escénica, entonces, no es un mero acompañamiento sino parte constitutiva de la experiencia: cada concierto está pensado para transformar el espacio y al público, y cada lugar —sea una plaza, un patio o una sala no convencional— adquiere una impronta distinta.

Musicalmente, la tensión entre tradición y contemporaneidad es deliberada y fructífera. Los arreglos de Terán funcionan como puentes: respetan las estructuras esenciales de una pieza barroca o de un clásico del rock, pero las readaptan para cuerdas con recursos tímbricos y texturales que remiten tanto a la cámara como al pop. El resultado es un repertorio que puede ir de pasajes barrocos a pasajes electrónicos con la naturalidad de quien recorre una geografía conocida pero siempre mutable.

Para el oyente, la experiencia promete ser, ante todo, sensorial. Las versiones recuperan la familiaridad de temas reconocibles y la ponen a prueba con texturas nuevas; la puesta en escena juega con la proximidad —a veces hasta la complicidad— con el público; y la selección de espacios incide en la percepción: un concierto al aire libre no suena igual que uno bajo la penumbra de una sala intervenida.

El Cuarteto Divergente se presenta como un proyecto apto para públicos amplios. La propuesta —según la gacetilla— está pensada “para todas las edades” y sus conciertos tienen una duración aproximada de una hora, una medida que busca ser accesible sin renunciar a la densidad expresiva. Además de la música, la estética visual, la iluminación y el vestuario aparecen como componentes clave que completan el relato escénico.

En tiempos en que las etiquetas se resquebrajan y los públicos buscan experiencias distintas, un cuarteto que mezcla a Chilly Gonzales con Alphaville o a Mozart con Virus ofrece una lectura contemporánea de la música de cámara: abierta, expansiva y con capacidad de sorprender. Esa es la promesa de Alejandro Terán y sus compañeros: convertir cada concierto en un momento irrepetible, donde la familiaridad conviva con la extrañeza y, al final, la escucha deje de ser solo un acto pasivo para transformarse en descubrimiento.

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