Política

Alfonsín en La Biela

(Por Guido L. Croxatto – Director nacional de la Escuela del Cuerpo de Abogados y Abogadas del Estado. Procuración del Tesoro Argentina).

El 1 de abril de 2009 pasó el féretro de Raúl Alfonsín por la elegante calle Quintana, (a pocos metros del hotel Alvear) rumbo al cementerio de la Recoleta. Yo estaba sentado en la confitería La Biela, estudiando derecho civil (de un manual de tapas blancas de Guillermo Borda; Borda, que había sido ministro de Onganía y fue juez de la Corte, fue un destacado jurista de FORJA, pero sobre todo perteneció a la Unión Cívica Radical-Junta Renovadora, que ayudó a fundar el peronismo). En un momento, escucho de una mesa de al lado, donde había cuatro varones, que uno, vestido de traje color beige, dice «éstos -por el kirchnerismo- lo quieren porque era zurdo como ellos».

Esta frase dicha al pasar -el desprecio a los «zurdos» como Alfonsín- ayuda a entender la dinámica política (y el odio de Milei al radicalismo encarnado en figuras como Borda y la UCR-JR) en la Argentina: el llamado «populismo» (lo que Milei equivocadamente denomina como tal, y que en todo caso bien puede abarcar su propia posición populista de derecha, demagoga, pro venta de armas y órganos y eventualmente de niños) tiene como cometido lo mismo que en España se denomina «popular»: apoyar a los desfavorecidos por la «motosierra» del «libre» mercado, que recorta derechos a mansalva, dejando a millones en la penuria, expuestos a tener que vender sus órganos para sobrevivir. La precarización brutal en nombre de la supuesta «libertad» de hambre. Chicos con armas es el fracaso mayor del «neoliberalismo» (confundido por Milei con la filosofía liberal, que era igualitaria, la filosofía de Milei no es la filosofía de Alberdi, una cosa es ser «liberal», el viejo liberalismo político de Alberdi, que era igualitario, otra, muy distinta, es ser neoliberal, que es un nuevo liberalismo económico, no igualitario, son filosofías antagónicas, por eso se cambian de nombre, por eso se llaman “neo” liberales, no igualitarios). Lo que Milei propone es una degradación del ser humano y cualquiera que se oponga, sea radical, alfonsinista, peronista o católico (defensor de la justicia social, como el propio Papa Francisco), será un «zurdo de porquería».

No es casual el ataque de Milei a la noción de Justicia. Es una palabra ausente de su diccionario. Una categoría que no dice. Dice de todo, menos «justicia». La justicia le parece mal a Milei. Milei toma todas sus ideas de un libro llamado Libertad de Elegir, escrito por Milton Friedman, junto a su mujer, en los 80. En ese libro, Friedman ataca dos corrientes, a las que acusa de fomentar la «igualdad»: Hegel, padre del idealismo en Alemania, estatalista, y al cristianismo, con cuya idea de «igualdad de las almas» ante Dios, nace el germen, dirá Friedman, «comunista» o «socialista», como dice Milei, de la igualdad de derechos. De la igualdad de dignidad de las personas. Milei repite los argumentos de Friedman contra la Iglesia Católica. Detesta la idea de igualdad. Friedman también cree que la justicia social es una «estafa». Nosotros creemos que la «estafa» son las mamás sin derechos producto de la «motosierra» del mercado concentrador y fugador de riquezas a pocas manos, en general de varones (patriarcado). La justicia social lucha contra la concentración de riquezas en mano de hombres (Elliot, Burford, Black Rock). Alfonsín («zurdo de porquería») también quería discutir la legalidad de la deuda externa. No muy distinto de lo que hizo el kirchnerismo de la mano de Lula en Brasil en 2005.

Es curioso cómo muchos en lugar de entender el sentido profundo del voto, lo cuestionan desde una supuesta atalaya intelectual, que tampoco representan. Vemos periodistas sin ninguna formación darse el lujo antidemocrático de cuestionar a los «All blacks» (los negros) que votamos a Massa. (No está de más recordar que los All Blacks, que tanto reivindica hoy la derecha argentina, visitaron la ESMA, cosa que jamás hicieron Los Pumas, y homenajearon a Maradona antes de un partido en 2022, ante la indolencia del plantel argentino). Los All Blacks tienen una mayor estatura moral. Es parte de su grandeza: tienen compromiso.


Agravia un periodista la misma noche de las elecciones buscando con racismo explícito al votante morocho y de gorrita (“All Blacks”) para estigmatizar el voto peronista y que además recibió de éste una respuesta perfecta: no quiere pibes con armas en las villas. Impecable. Pero quienes votamos a Massa y hemos estudiado toda la vida, y quienes tampoco tuvieron la oportunidad de hacerlo (a quienes nos debemos como funcionarios y militantes) no tienen por qué tolerar que se les (o se nos) desmerezca el voto. Hemos elegido con plena conciencia de lo que está en juego. Alfonsín no era ningún «zurdo de mierda». El Papa no es un «comunista». El peronismo no es una «casta» de chorros ni de “negros”. No votamos por un choripán ni una coca. El racismo no puede ser parte de los que se llenan la boca con la “república”. La casta es el poder invisible que nadie elige y que no va a elecciones. Pero que cada tanto mete la mano, tratando de recortar aún más derechos. Milei es producto de una universidad de poco prestigio académico, que toma el nombre de un prócer como fue Belgrano. Es lo que representa Milei, por más que se disfrace de profesor.

El odio visceral hacia la justicia social y la igualdad de derechos. El odio a la universidad pública, donde crece el radicalismo. La reivindicación del discurso de Massera en un debate presidencial es una ofensa a la democracia. Argentina no debiera tolerar, como no lo tolera Alemania, el negacionismo. Alemania aprendió de sus errores y crímenes graves. Argentina también debe aún aprender. Seguir mejorando en su política de Derechos Humanos. Todavía queda mucho por hacer. Para quienes creemos que Alfonsín fue un prócer de la democracia y no merece que cuatro desconocidos en una mesa de un bar lo agravien solo porque impulsó, en palabras de Carlos Nino, su asesor jurídico que murió prematuramente de un ataque de asma en Bolivia, el «juicio al mal absoluto», como retrata 1985. Nunca más. El antecedente de la Unión Cívica Radical Junta Renovadora puede servir para pensar este momento. La bandera de la educación pública y los derechos humanos nos une. La soberanía de las Malvinas, hoy en manos fácticas del próximo rival de Los Pumas, también. El que no salta es un inglés, diría el gran radical, ingeniero agrimensor de FORJA Scalabrini Ortiz, admirado por el peronismo.

La dictadura, admirada por Villaroel y Milei, le devolvió a la avenida el nombre del ministro inglés, país al que Milei quiere regalar las Malvinas. Alfonsín le devolvió el nombre de Scalabrini Ortiz. Es un debate que no está terminado. Estamos de nuevo en el dilema de siempre: Canning o Scalabrini Ortiz. La UCR supo bien dónde pararse. Del lado nacional.

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