Política

Canning o Scalabrini Ortiz

Mientras escribo esta palabras debo decidir si retiro el cuadro de Scalabrini Ortiz de mi oficina del piso 8 de la ECAE, que coloqué por indicación del procurador, que me encomendó la lectura de Política Británica en el Río de la Plata, en marzo 2020, o si lo dejo en su lugar, y que en todo caso, lo retiren ellos: que tome esa decisión la próxima gestión. Lo mismo con el cuadro que está en la entrada sobre el ARSAT, que nos entregó CONAE, baluarte de la ciencia aeroespacial argentina, luego de lanzar su satélite en 2022. Yo no me atrevo a bajar esos cuadros.

La mirada muy seria de Scalabrini, con su cigarrillo y su traje con chaleco cruzado, ingeniero agrimensor, miembro de FORJA, me escudriña cada mañana en Defensa y me ha hecho pensar mucho. El edificio de la ECAE está pegado al edificio de Telefónica de Argentina, ex ENTEL, donde mi papá, como ingeniero electromecánico, trabajaba antes de la privatización de los 90. (la propiedad de la esquina, donde hoy funciona un café, es de la familia de Encarnación Ezcurra, esposa de Rosas, la Heroína de la Santa Federación, una mujer de enorme valía que hizo mucho por desarrollar la política. Escurra fue autora de El Alucón, una alegoría lírica, libro a releer en un momento, donde a las mujeres no les regalaban ningún protagonismo, Ezcurra, que murió joven, lo ganó sola). Mi padre siempre me dice que se afirman muchas mentiras sobre ENTEL, la telefonía nacional. Como la publicidad de la silla nacional, que se rompe (Promoción de la apertura de las importaciones de Martínez de Hoz, “ahora tiene para elegir, además de los productos nacionales, los importados. Esta competencia fortalece a la industria nacional, decía el spot). (Lo primero que hicieron los españoles cuando llegaron a privatizar ENTEL en los 90 fue borrar una frase de San Martín que estaba escrita en la entrada con letras doradas, que decía “grandes hombres para grandes empresas“) Borraron a San Martín de la entrada, naturalmente. Son publicidades que han hecho el trabajo de hacernos creer que todo lo de nuestro país, es malo. Borrar nuestra historia. Porque si nos desmoralizamos (como dijo Lula hace muchos años en Madrid en un foro político, frente a Felipe González), si sacamos a los próceres de nuestros billetes, como quería Durán Barba, regalamos más fácil todo lo que es nuestro. Nuestro país no es malo. Al contrario. Nuestra industria no es mala. Nuestra historia no es mala. Nuestros satélites no son malos. Nuestra ciencia es valiosa. Nuestros abogados lo son.

En la ECAE se forman los abogados del Estado argentino: quienes tienen en sus manos nada menos que la defensa de nuestros intereses y de nuestra soberanía como nación. No es poco. Cuando llegamos en enero de 2020 no había ni una placa en la puerta. La bandera argentina estaba arrumbada en un placard. La gestión de Macri la había desmantelado: una gestión que quiere rifar el patrimonio argentino y endeudar al país de modo irregular (administrativamente), no tiene el menor interés en que se formen bien sus abogados. Al contrario. No quiere abogados que tengan la camiseta argentina. El gobierno que desmanteló la abogacía pública, que horadó la formación de nuestros abogados, que desarticuló uno a uno los programas que capacitan al servicio jurídico, que tercerizó esa formación (haciendo de la misma un negocio) en universidades privadas de dudoso compromiso con lo nacional, retoma hoy la conducción de la Patria. La tercerización de la formación del servicio jurídico de la Nación fue un enorme daño que se le hizo a nuestro país. Desde la ECAE se luchó contra esa tercerización, retomando para el Estado lo que la Cancillería hace con el cuerpo diplomático (a nadie se le ocurre cerrar el ISEN o que los futuros embajadores y diplomáticos se formen en universidades privadas, y además pagando). Es una formación indelegable y estratégica. No se puede renunciar ni privatizar eso. La Argentina está como está, al revés de lo que se repite falsamente a diario en los medios, por haber privatizado demasiadas áreas que no debieran ser privadas. Debieran ser públicas, como en cualquier país avanzado: Francia, Alemania, no privatizan su educación ni sus escuelas de abogados (la ENA, en Francia, hoy ISP, cambió de nombre, por decisión de Macron, pero no de eje: se busca federalizarla, que no quede todo reducido a una pequeña elite de París de altos funcionarios. La ENA es el modelo que tomó la ECAE hace casi tres décadas, con la reforma del 94). No las desmantelan ni delegan en universidades privadas de poco prestigio y en posgrados pagos la formación de los abogados del Estado. Es al revés. El estado decide cómo y para qué forma a sus abogados. No “terceriza“ la formación del servicio jurídico.

Una secretaria me contaba que cuando la enviaron a la ECAE; hace mucho tiempo, era una forma de “castigo”. Que te manden a la ECAE es que te manden a “Siberia”. Nunca pude entender eso. ¿Cómo puede ser o representar un “castigo” trabajar en el lugar donde se forman y educan los abogados del Estado argentino? En la ECAE, hasta no hace mucho, daban clase quienes vivían de litigar contra el Estado. Es decir: profesores que hacían sus fortunas en la otra “industria” invisible del juicio: la del juicio contra el Estado, le enseñaban supuestamente a los abogados del Estado a defender al Estado… Terminamos con esa contradicción. Hoy en la ECAE no se enseña cualquier cosa. Se enseña a defender la Argentina.
El presidente electo, Javier Milei, acaba de anunciar que va a privatizar los ferrocarriles. Scalabrini Ortiz fue quien le pidió a Perón la nacionalización de los trenes en una servilleta de papel. Son dos visiones antagónicas de país las que hoy están en juego. El presidente ya elogió a Thatcher y su canciller propone la autodeterminación de una población implantada en Malvinas. Son todas posiciones que chocan con la defensa Nacional. Las Malvinas son argentinas.

Emulando a Dromi, el presidente electo anuncia que nada que deba ser del Estado quedará en manos del Estado. No leyó a Hegel. Pero parte del ideario libertario parte de una falacia: los planes sociales no son de máxima, son de mínima, señor presidente. Surgen ante la inacción del libre “mercado“, que no saca de la pobreza a nadie y que no lleva progreso nunca a las provincias carenciadas de nuestro país. Ante la inacción del mercado, es que surgen los planes sociales. Pero no al revés, como afirma Milei, que piensa que cortando la ayuda social, florecerá el “progreso“ y el libre mercado. No es así. Versión aggiornada de la “lluvia de inversiones“ de Macri que nunca llegaron y que condujeron al voraz endeudamiento con el FMI, que nuestra justicia, siempre débil con el poder, no investiga. Siempre lo mismo: nuestros jueces saben bien cuándo detener su trabajo. son muy prolijos para detenerse y esquivar el bulto. Cobran sueldos millonarios en un país empobrecido. No investigar nunca al poder económico y financiero, que hoy retoma la conducción de nuestro destino. Hace falta una gran reforma de la Justicia: los jueces no pueden ser millonarios, con chofer, no pagar impuestos, y colocar a sus amigos en cada juzgado. El nepotismo en el Poder Judicial es escandaloso. Y nadie lo dice.

Yo no voy a quitar el cuadro de Scalabrini Ortiz. Que lo quiten ellos. Yo no lo voy a bajar. No se puede bajar la bandera. No se puede vender el país. La Patria no es una empresa que entra en concurso de acreedores o quiebra. Aunque la quieran tratar como tal, la patria es más que eso. Por eso decimos que lo público no es sólo un “sector“.

La Procuración del Tesoro era una institución casi desconocida hasta hace unos años (salvo para los especialistas en derecho administrativo). Y esto tampoco es casual. En una sociedad que no defiende su patrimonio, que no lucha por sus recursos, la figura del procurador es secundaria. Desconocida. Ya no lo es. Bolivia no tenía siquiera procuración hasta que no asumió Evo Morales. Hoy sí tiene. Y también tiene escuela de abogados. Antes no tenía. Esto nos muestra que nuestros Estados todavía se están formando. Se están construyendo con esfuerzo. Y por eso mismo emergen discursos que quieren oponerse a este camino. Que predican una “libertad” supuesta que nunca es tal. Es la “libertad” para fugar capitales. De evadir. De privatizar recursos nacionales. Es la libertad para empobrecer aún más a nuestros países. Para convertirlos en colonias de nuevo. El desafío que sigue es explicar esto en un lenguaje claro. Simple. Conmovedor. Crítico. Que se entienda que el Estado es la representación primera de lo público. Y que eso es importante en cualquier sociedad avanzada. No está de más recordar la historia en disputa por el nombre de una avenida de Palermo. Se llamaba Canning, porque por allí pasaba el ministro de relaciones exteriores inglés. (Sigue habiendo locales que se llaman Canning, como la firma de electricidad en la esquina de Scalabrini Ortiz y Paraguay) Luego Perón, en homenaje al ingeniero de Forja, también poeta, le pone su nombre. Pero la dictadura genocida, con su antiperonismo, le devolvió a la avenida el nombre del ministro inglés, país al que Milei quiere regalar hoy las Malvinas. Alfonsín, finalmente, le devolvió el nombre de Scalabrini Ortiz. Pero es un debate que no está terminado. Estamos de nuevo en el dilema de siempre: Canning o Scalabrini Ortiz. No es solo el nombre de una avenida. Estamos discutiendo mucho más que eso. Muchos prefieren seguir siendo una colonia inglesa. Scalabrini Ortiz luchó con argumentos. A 40 años de la recuperación de la democracia, en mi opinión, el debate central sigue siendo: Canning o Scalabrini Ortiz. Patria sí, colonia no.

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