Cuántas bancas renovará cada fuerza en la elección legislativa
Este domingo 26 de octubre los argentinos vuelven a las urnas en un turno que, en los papeles, parece técnico —la renovación de bancas— pero en los hechos define el margen de gobernabilidad del gobierno de Javier Milei para la segunda mitad de su mandato. Se pondrán en juego 127 bancas de la Cámara de Diputados —casi la mitad del cuerpo— y 24 escaños del Senado, un tercio de la cámara alta; los legisladores electos asumirán el 10 de diciembre.
La escena política llega fragmentada: el oficialismo libertario —La Libertad Avanza (LLA)— entró en la contienda con mucho por ganar y poco por perder; en la vereda opuesta, el peronismo de Unión por la Patria (UxP) afronta la mayor exposición, con un número amplio de bancas en disputa que obligará a un esfuerzo defensivo en distritos claves. Entre ambos extremos, el PRO, la UCR y los espacios bisagra buscan no quedar reducidos a actores marginales si la elección termina polarizándose.
Milei: consolidar músculo sin el tercio propio
La Libertad Avanza llega a estas elecciones con una base creciente —37 diputados en ejercicio— y apenas ocho bancas en juego, las mismas que obtuvo en 2021 (entre ellas figuras que ingresaron por Avanza Libertad como José Luis Espert y Carolina Píparo). El diagnóstico interno es claro: cada banca que sume el oficialismo modificará la dinámica parlamentaria y otorgará mayor capacidad de negociación, aunque incluso el mejor escenario tampoco alcanza al tercio de la Cámara que permitiría vetar o blindar iniciativas sin socios. En el Senado, el bloque libertario no arriesga bancas por encontrarse con escasa exposición en esta renovación, lo que le da margen para crecer.
Esa combinación —crecimiento posible pero insuficiente para la autosuficiencia— explica la estrategia electoral y post-electoral: conquistar más escaños en distritos grandes (Buenos Aires, Córdoba, Mendoza) y cerrar alianzas con el PRO y gobernadores para garantizar quórum y tempo de sesiones. La lógica es menos la hegemonía absoluta y más la construcción de una mesa de aliados que permita avanzar con las reformas estrella del oficialismo.
El peronismo, a la defensiva
Unión por la Patria es la fuerza que más riesgo enfrenta: debe defender 46 de sus 98 diputados y 15 de sus 34 senadores. Ese recambio incluye figuras con trayectoria y territorios donde el peronismo creyó tener control, pero hoy registra incertidumbres en provincias como Chaco, Neuquén, Río Negro, Salta, Santiago del Estero y Tierra del Fuego. La tensión interna es evidente: el oficialismo provincial y los intendentes tendrán que redoblar el operativo territorial para retener mesas y padrón en un contexto económico y social que penaliza a los incumbentes.
El resultado para UxP no será solo numérico: perder escaños implica menos capacidad de bloquear iniciativas y menor poder de negociación para sostener acuerdos que, hasta ahora, le permitieron contener parte del paquete de leyes impulsado por el Ejecutivo. Si la bancada se achica, la estrategia opositora deberá recomponer alianzas para mantener algún poder de veto institucional.
PRO y UCR: socios golpeados y jugados
El PRO llega con una cuota elevada de riesgo: de sus 35 diputados deberá renovar 21 bancas, entre las cuales figuran nombres de peso como María Eugenia Vidal, Fernando Iglesias y Luciano Laspina; además, comparte listas con LLA en distritos clave (como la provincia de Buenos Aires, donde Diego Santilli encabeza una lista unificada). En el Senado, los amarillos exponen algunos escaños que en algunos casos quedaron permeados por acuerdos distritales con el oficialismo. La UCR, por su parte, afronta la renovación de 11 de sus 14 diputados y 4 de sus 13 senadores, lo que la obliga a sostener la estructura partidaria en territorios donde la presión polarizante puede robarles votos.
Estas cifras explican por qué los dirigentes de ambos bloques han desarrollado una campaña doble: por un lado, defender el electorado natural; por otro, negociar con Milei y otros gobernadores para garantizar la posibilidad de sesionar con una sola pata aliada si hiciera falta.
Los bisagras: la cuerda floja en un mapa polarizado
Los espacios intermedios —Encuentro Federal, Coalición Cívica, el Frente de Izquierda y múltiples monobloques provinciales— llegan a la votación con bancas significativas en juego. Encuentro Federal, liderado por Miguel Pichetto y con figuras como Florencio Randazzo y Margarita Stolbizer en la lista, renueva 7 de sus 15 escaños; la Coalición Cívica arriesga 4 de 6; el Frente de Izquierda expone 4 de 5, y otros bloques provinciales se someten a renovaciones totales. Si la elección se polariza —como indican las encuestas— muchos de estos espacios pueden verse reducidos y perder capacidad de negociación o incluso representación parlamentaria.
La pérdida de estos actores de centro o de izquierda alternativa cambiaría el tablero: menos bloques medianos significan menos opciones de puentear acuerdos y más dependencia de los dos grandes polos que emerjan del domingo.
Qué define el 26-O y qué viene después
Más allá de nombres y balances, lo que se pone en juego es el margen político con el que el Gobierno enfrentará la segunda mitad de su mandato. Un resultado que acerque a LLA a un bloque más competente pero no autosuficiente obligará a consolidar pactos con el PRO y gobernadores provinciales; un resultado adverso para el peronismo y los partidos intermedios abrirá la posibilidad de un Congreso más fragmentado y más permeable a la agenda oficial.
En términos prácticos: la composición que surja el 10 de diciembre condicionará la agenda legislativa (presupuestos, reformas económicas y los vetos presidenciales) y marcará si el gobierno conserva una mesa mínima de gobernabilidad o queda atado, otra vez, a acuerdos coyunturales. La elección, por tanto, no es un mero recambio de bancas: es la prueba de fuego de un sistema político que, en menos de tres años, pasó de la clásica disputa peronismo-anti-peronismo a un tablero donde la novedad libertaria reconfigura alianzas y obligaciones.

