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El ministro bonaerense Blanco defendió el respeto democrático

El ministro de Gobierno bonaerense, Carlos Bianco, tomó distancia y cruzó con dureza los tonos más agresivos que emergen desde el gobierno nacional, en una intervención que busca poner en primer plano la responsabilidad política en el actual clima de tensión. En declaraciones radiales, el funcionario reclamó que las acusaciones que vinculan al kirchnerismo con la organización de episodios violentos sean formalizadas y probadas, y advirtió sobre el efecto corrosivo de los discursos de odio en la vida democrática.

Con un lenguaje pensado para marcar límites, Bianco defendió una regla básica de convivencia política: la discusión pública debe darse con argumentos y no con agravios. “Condenamos cualquier actitud violenta por cualquiera de las partes, pero también condenamos los discursos de odio y las provocaciones. Creemos en la democracia, en las instituciones democráticas y en que todas las discusiones se tienen que dar con respeto y con argumentos”, sostuvo el ministro en el programa de Radio Con Vos. En esa misma línea subrayó que justificar la violencia como respuesta a una provocación equivale, en los hechos, a avalarla.

La réplica al ala de seguridad del oficialismo fue directa. Bianco apuntó contra la ministra Patricia Bullrich y la desafió a presentar pruebas concretas si sostiene que el kirchnerismo o el gobierno bonaerense organizaron hechos de violencia: “Si tiene alguna denuncia para hacer, que la haga, que lo demuestre”, señaló, contrastando la severidad de la acusación con lo que definió como la ausencia de pruebas públicas hasta el momento. El ministro también recordó que la Policía bonaerense “actuó muy correctamente” en los operativos señalados, por lo que exigió que, si existen evidencias, sean informadas formalmente por la cartera nacional.

El cruce no quedó en tecnicismos: Bianco vinculó el tono de la Casa Rosada con un estilo de campaña que, afirmó, incluye descalificaciones públicas. Señaló que el presidente, sus ministros y candidatos recurren con frecuencia a los insultos —al gobernador, a la ciudadanía e incluso a personas con discapacidad—, y cuestionó ese modo de enfrentar la disputa política. Para el funcionario bonaerense, ese comportamiento no solo empobrece el debate sino que constituye “un mal ejemplo” para la sociedad.

El episodio se inserta en una escena política en la que la palabra y la denuncia tienen efectos inmediatos sobre la calle y la agenda electoral. En ese contexto, Bianco buscó marcar una frontera: está mal provocar, y está igualmente mal pretender que la provocación habilite la agresión. “No corresponde ni insultar, ni provocar, ni menospreciar a los discapacitados, ni atacar al Presidente en ejercicio de la democracia y en su investidura presidencial. Todo eso está mal”, enfatizó.

Más allá del intercambio puntual con Bullrich, el mensaje del ministro bonaerense es una llamada a la institucionalidad: apeló a que las acusaciones graves se canalicen por vías formales —denuncias, informes, pruebas— y no por declaraciones que puedan potenciar la polarización. En el Gobierno provincial advierten que la proliferación de señales agresivas desde el poder central tensiona innecesariamente a la sociedad y pone en riesgo la deliberación pública.

La contienda verbal entre funcionarios nacionales y provinciales, además, alimenta la campaña y refuerza la sensación de que la política argentina transita una senda de creciente crispación. La exigencia de Bianco a la ministra de Seguridad —que entregue pruebas o retire la imputación— plantea, en los hechos, una prueba de fuego para el manejo de la información y la responsabilidad institucional en un momento de alta sensibilidad social.

En la pulseada política de fondo, quedan planteadas dos preguntas: si las acusaciones serán respaldadas con elementos concretos que puedan investigarse y, al mismo tiempo, si los líderes políticos optarán por bajar el tono para recuperar un debate público más centrado en contenidos y menos en provocaciones. Por ahora, la controversia pública continúa abierta, con la política bonaerense reclamando pruebas y la central dispuesta a sostener su versión. La tensión, como advirtió Bianco, no solo desgasta la convivencia democrática: también condiciona la forma en que los actores construyen sus estrategias electorales.

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