UniversidadUNSAM

Especialistas fabricaron los paneles solares que irán con la NASA a la Luna

Por Nadia Luna

Cuando tenía doce años, Hernán Socolovsky sacó una hoja de su carpeta y le escribió una carta a la NASA. Tenía fascinación por las estrellas. “Soy de Argentina y estoy muy interesado en saber todo sobre la Luna”, redactó en inglés, con ayuda de su mamá. Para su alegría, le contestaron con una foto firmada por un astronauta que había integrado el primer vuelo tripulado a la Luna, en 1968. Además, le devolvieron su cartita, que guardó como un tesoro. “Esta carta, que ya está cumpliendo 35 años, tuvo un impacto muy grande en mi vida”, cuenta, mientras muestra un papel amarillento pero bien conservado.

Es que Hernán convirtió su pasión en una profesión. Estudió Ingeniería Electrónica y, veinte años después de escribir aquella carta, entró a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) para trabajar en la confección de los paneles solares del satélite SAC-D, una misión liderada por la NASA. Después, vinieron los paneles para el SAOCOM 1A, el SACOCOM 1B y el SABIAMAR. “A cada lanzamiento, llevé la cartita conmigo”, recuerda el ingeniero, que también se desempeña como docente e investigador de nuestra Escuela de Ciencia y Tecnología (ECyT).

Ahora, junto a un equipo integrado por especialistas de la CNEA y la UNSAM, le tocó trabajar en una nueva misión espacial, el satélite Atenea. El desarrollo está liderado, al igual que los anteriores, por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), pero tiene algo que lo hace muy especial: será parte de Artemis 2, la misión que vuelve a llevar al ser humano a la Luna tras más de cincuenta años. “Siempre creí que, para dedicarme a cuestiones aeroespaciales, tendría que irme del país. Pero no necesité hacerlo y el destino me trajo hasta acá”, dice Socolovsky. Su carrera también la hizo en el país: es ingeniero electrónico por la UTN y doctor en Ciencia y Tecnología por el Instituto Sabato (ITS_CNEA-UNSAM).

Atenea es el único satélite latinoamericano elegido para integrar Artemis 2, cuyo lanzamiento está previsto para abril de 2026. Es un CubeSat o microsatélite de treinta por veinte centímetros que será puesto en órbita antes del acercamiento a la Luna. Buscará probar y validar tecnologías críticas para futuras misiones espaciales relacionadas con la medición de dosis de radiación solar, testeos de diversos sensores y evaluaciones de enlaces de comunicación de largo alcance.

La misión Artemis 2 llevará como tripulantes a cuatro astronautas. Entre ellos, a Christina Koch, la primera mujer en viajar a la Luna. Si bien solo será un vuelo orbital, se espera que durante la misión posterior, Artemis 3, los astronautas pisen suelo lunar. “Ahora hay mucho interés en el polo sur de la Luna porque se encontraron reservas de hielo. Eso sería importante para la vida humana y para la fabricación de combustible”, explica Socolovsky.

Laura González y María Lujan Ibarra, jefas de Paneles Solares para el Atenea

Lxs científicxs que fabricaron los paneles de Atenea son integrantes del Departamento de Energía Solar (DES) de la CNEA, que es el único lugar del país donde se desarrollan paneles solares de uso espacial. Aparte de Socolovsky, casi todxs son o han sido parte de la UNSAM: Laura González, ingeniera en Energía por la ECyT; Javier García, doctor en Ciencia y Tecnología, egresado y docente; Oscar Romanelli, no docente; y María Luján Ibarra, quien hasta hace poco fue docente de nuestra universidad. También integró el equipo José Olima, investigador de la CNEA.

La exploración espacial, al igual que muchas áreas vinculadas a las ciencias “duras”, sigue siendo un ámbito mayormente masculinizado, aunque en los últimos años las mujeres han ido ganando más terreno. Por eso, tanto la misión de la NASA como el satélite argentino llevan el nombre de dos diosas griegas —en contraposición al programa Apolo, que llevó al hombre a la Luna—, y las jefas del proyecto fueron las mujeres del equipo, Laura González y María Luján Ibarra.

“Yo estoy muy agradecida con la CONAE porque, una vez más, confiaron en nuestro grupo para llevar adelante este proyecto. También me siento orgullosa como mujer, porque luego de muchos años de participar en proyectos como el SAC-D Aquarius y los satélites SAOCOM, pude liderar un grupo de trabajo”, destaca González. “En lo personal, me siento muy orgullosa como hija, ya que soy la primera profesional de mi familia, y como madre, porque le trasmito esta experiencia a mi hija”, celebró.

Laura González, flamante ingeniera en Energía por la ECyT-UNSAM. Foto: Agustina Badano

Al infinito y más allá: El arte de fabricar paneles solares espaciales

Los paneles solares para un satélite no se pueden fabricar en cualquier lado: es necesario hacerlo en un Área Limpia. Se trata de un espacio donde se pueden mantener bajo control ciertos factores que podrían afectar la función de los paneles, como la humedad, la temperatura y la cantidad de partículas que flotan en el aire. En el Área Limpia de la CNEA, el equipo del DES ya ensambló los paneles de varios satélites. Los proyectos más grandes en los que trabajaron fueron los SAOCOM, que pesaban tres toneladas y media. Eran tres paneles que ocupaban una superficie de trece metros cuadrados. Esta vez, el desafío fue adaptar los paneles a un pequeño CubeSat.

Un panel solar espacial tiene la importante misión de “alimentar” al satélite con la energía que necesita durante su vida útil. Son similares a los de uso terrestre, pero tienen el doble de eficiencia y materiales mucho más resistentes. “El proceso de integración del panel consiste en la adaptación de la celda solar a los desafíos que presenta el ambiente espacial, ya que allí se reciben grandes cuotas de radiación UV y partículas cargadas del sol que tiende a degradar los materiales de forma mucho más acelerada que lo que sucede en la superficie terrestre”, explica Socolovsky.

El proceso de fabricación implica integrar todos los componentes. Primero, se une celda con celda. Luego, las celdas son anexadas al sustrato, que es la parte rígida del panel. A su vez, se coloca un vidrio para cubrir y proteger las celdas. García, docente de la ECyT e integrante del equipo, cuenta sobre su rol en el armado: “Esta misión me brindó la oportunidad de aportar desde una perspectiva diferente a la de proyectos anteriores de la CONAE, ya que estuve a cargo del diseño, dimensionamiento y ruteo de los paneles solares. Esta tarea me permitió fortalecer mi experiencia técnica y sumar nuevas capacidades a mi desarrollo profesional dentro del ámbito espacial”.

Además de trabajar con satélites de distintos tamaños, recientemente el equipo tuvo un nuevo desafío: fabricar paneles solares para los remolcadores espaciales de la startup argentina Epic Aerospace. Son vehículos que tienen la misión de situar en órbita a satélites pequeños que no tienen motores ni combustible, o trasladarlos de una órbita a otra. Por ejemplo, gracias a que empresas como SpaceX abarataron los costos de lanzamiento, enviar un satélite a órbita terrestre baja (LEO) se ha vuelto más accesible. En cambio, enviarlos a órbita geoestacionaria (GEO) —como es el caso de los satélites de telecomunicaciones ARSAT—, sigue siendo más costoso.

Últimas pruebas del satélite en las instalaciones de CONAE en Córdoba. Foto: CONAE

Por eso, lanzar un satélite a órbita baja y contratar el servicio de un remolcador para que lo lleve a órbita GEO resulta más conveniente. “El remolcador es como una especie de tortuga, donde arriba del caparazón va el satélite que se quiere transportar, mientras que el cuerpo de la tortuga es un tanque de combustible que tiene motores que lo propulsan y paneles solares a los costados”, grafica Socolovsky.

Una vez que esos remolcadores sean lanzados, lxs investigadorxs podrán demostrar que los paneles fabricados en la CNEA funcionan también en órbita GEO, algo fundamental para cumplir el próximo objetivo del equipo: confeccionar paneles para una misión geoestacionaria (a 35 mil kilómetros de la Tierra). “Como departamento, nos debemos ese hito. Si Argentina fabrica satélites geoestacionarios como los ARSAT, tiene que ir con paneles argentinos”, sostiene el ingeniero. En cuanto a metas personales, agrega: “Te imaginarás que alguien que manda una carta a la NASA, sueña con mandar paneles solares a la Luna, a Marte y a cualquier lugar que se pueda”.

Por lo pronto, el satélite Atenea ya está completamente integrado y acaba de ser enviado a las instalaciones de la NASA. Allí permanecerá hasta ser puesto en órbita durante la histórica misión Artemis 2, prevista para abril de 2026. Mientras tanto, con el trabajo ya terminado, lxs investigadores de la CNEA y la UNSAM aguardan expectantes el momento de ver los paneles fabricados por sus propias manos desplegarse en el espacio una vez más.

“Tengo grandes expectativas por el lanzamiento. Es la primera misión en la que participamos que no estará en una órbita baja, lo cual constituye un paso muy importante para validar nuestros desarrollos en un entorno espacial distinto y más exigente. Además, espero que la visibilidad que obtendrá la Argentina —y nuestro grupo de trabajo— a partir de este proyecto contribuya a generar nuevas oportunidades de participación en misiones y vínculos tecnológicos. Este tipo de experiencias son esenciales para que el ecosistema espacial argentino continúe creciendo y consolidándose como un actor competitivo a nivel internacional”, finalizó García.

Integración final del satélite Atenea antes de ser enviado a la NASA. Foto: CONAE

ATENEA, un satélite hecho íntegramente en Argentina

El desarrollo de Atenea fue liderado por la CONAE y contó con el trabajo de científicxs de tres universidades públicas, dos institutos de investigación y una empresa. En el caso de la UNSAM, aparte de lxs científicxs que hicieron los paneles, hubo otro equipo de investigadorxs que trabajó en el proyecto. Ellxs pertenecen a la ECyT y desarrollaron una de las dos cargas útiles del satélite: sensores fotomultiplicadores de silicio, una tecnología de comunicación por luz visible que buscarán testear para poder usar en futuras misiones. Sobre eso, te contamos en esta nota.

En tanto, el diseño de la plataforma —o cuerpo del satélite— estuvo a cargo de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Por un lado, el grupo del Centro Tecnológico Aeroespacial (CTA) se ocupó de que todos los subsistemas se vinculen de forma correcta; y por otro, el grupo de Sistemas Electrónicos de Navegación y Telecomunicaciones (SENyT) desarrolló la computadora de a bordo -el cerebro del satélite-, el sistema de comunicaciones y la segunda carga útil, que es un receptor de GPS.

Por su parte, docentes y estudiantes de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires (FIUBA) desarrollaron el sistema de carga de baterías, que consiste en una placa que la NASA conectará antes del lanzamiento. Además, especialistas del Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR) realizaron los ensayos de las antenas del satélite; y la empresa argentina aeroespacial VENG se encargó de fabricar todo el cableado que Atenea necesita para el vuelo y para sus pruebas funcionales antes del lanzamiento.

Hernán Socolovsky es docente, investigador y egresado del Doctorado en Ciencia y Tecnología de la UNSAM.

 cienciaCNEAECyTEscuela de Ciencia y Tecnologíaingenieríapaneles solaresUNSAM

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *