UBAUniversidad

Humanización de los animales de compañía: ¿Afecto o exceso?

Cada vez más personas tratan a los animales de compañía como si fueran humanos: celebran cumpleaños, los visten, los llevan en cochecitos y hasta les crean perfiles en las redes sociales. Aunque bien intencionada, ¿esta práctica es buena o se trata meramente de un exceso emocional? 

Para empezar, el término humanización abarca un conjunto de conductas y actitudes que forman parte del fenómeno conocido como antropomorfización, es decir, la tendencia a atribuir características, emociones, necesidades o roles propios de los seres humanos a seres no humanos, específicamente en el momento en que un comportamiento no coincide con las expectativas de cada uno.

Cuando la antropomorfización interfiere con la comprensión de las personas y el respeto de esas necesidades, se afecta negativamente el bienestar ajeno y se altera la calidad de vida así como el vínculo que se establece entre las partes.

Esta proyección no se limita a los animales de compañía, ni siquiera exclusivamente a seres vivos. Forma parte de una manera habitual en la que los humanos interpretamos el mundo que nos rodea. Por lo tanto, debemos estar muy atentos para detectar cuando caemos en este sesgo”, introduce Laura Rial, docente de la Cátedra de Bienestar Animal y Etología de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Buenos Aires.

En los últimos años, la relación entre humanos y animales de compañía ha experimentado una transformación profunda. Perros y gatos ya no ocupan solo un lugar en el patio o la cocina: ahora duermen en camas, tienen ropa de temporada, rutinas de spa y hasta menús gourmet.

Diversos cambios culturales y en los estilos de vida parecen estar influyendo en la creciente tendencia a integrarlos como miembros del núcleo familiar humano. Esto no constituye en sí mismo un problema. Por el contrario, el reconocimiento del valor afectivo de los animales y de su mundo emocional puede favorecer una convivencia más respetuosa y un vínculo más consciente. El problema surge cuando las expectativas humanas se proyectan sin considerar las necesidades propias de un individuo de otra especie, lo que repercute sobre su bienestar. Como cuando interpretamos sus conductas con motivaciones humanas al decir que un perro ´se porta mal por despecho´, o al asumir que comprenden y responden a situaciones como lo haría una persona”, explica la especialista.

En líneas generales, no se trata de eliminar el afecto, sino de encontrar un equilibrio. Los animales de compañía necesitan cariño, pero también rutinas claras, alimentación adecuada, estimulación física y mental, y límites sanos.

En el caso de los perros, por ejemplo, necesitan explorar el entorno a través del olfato, interactuar con otros perros, y contar con rutinas claras y previsibles, entre otras cosas. Los gatos, por su parte, requieren cierto control sobre su ambiente, acceso a espacios en altura, lugares donde esconderse, oportunidades para cazar, arañar y, al igual que los perros, regular sus interacciones sociales -decidir cuándo, cuánto y con quién interactuar-. Cuando estas conductas naturales se limitan, se reprimen o se fuerzan, ya sea por exceso de control o por una interpretación errónea de lo que ´deberían hacer´, es común que aparezcan signos de frustración, aburrimiento, estrés crónico o alteraciones en la conducta”, asegura la docente.

Al comprender esto, los humanos no solo mejoran la calidad de vida de sus mascotas, sino que fortalecen un vínculo más sano y duradero. “Los animales requieren de información clara y coherente para adaptarse a un entorno modelado enteramente por nuestra especie. No conocen las reglas de convivencia humana, por lo que es nuestra responsabilidad brindarles orientación. La educación debe brindarse con respeto y sobre todo, con consistencia. La ambigüedad o la información contradictoria, que a veces les damos, puede dificultar aprendizajes esenciales para su bienestar y adaptación a entornos humanos. Establecer rutinas, límites comprensibles y predecibles, y ofrecer un entorno enriquecido son pilares de una convivencia saludable. Necesariamente, toda convivencia requiere que negociemos y flexibilicemos aspectos de nuestra vida. En el caso con animales de compañía, esto incluye dedicar tiempo de calidad tanto a actividades compartidas, ya sea juegos o paseos, como a respetar las necesidades individuales del animal, ya sea momentos de descanso o exploración en solitario. También implica realizar adecuaciones en el hogar, como incorporar rascadores, plataformas en altura o comederos interactivos, que respondan a sus necesidades específicas”, profundiza.

La creciente humanización de perros y gatos también plantea un desafío cultural y ético. En lugar de proyectar nuestras emociones o carencias en ellos, los expertos proponen conocerlos mejor y respetarlos como lo que son: animales con su propia forma de vivir, sentir y comunicarse. Así, disminuiría la posibilidad de que aparezcan algunos tipos de trastornos de conducta, como la ansiedad, la dependencia emocional y/o la sobreprotección.

Es fundamental distinguir entre comportamientos problemáticos y patologías del comportamiento. Estas últimas tienen causas multifactoriales, que incluyen la historia de vida del animal, el tipo de socialización que recibió, su vínculo con las personas, posibles enfermedades físicas, entre otros factores. Para su diagnóstico y tratamiento es indispensable la intervención de un veterinario especializado en etología clínica. No existe una relación directa y única entre una determinada actitud humana y la aparición de una patología, pero el modo en que interactuamos con los animales puede actuar como factor de protección, favoreciendo la resiliencia o por el contrario, predispone al desarrollo de ciertos trastornos, admite.

En base a esto, Laura clarifica el tema con algunas situaciones frecuentes: “El marcaje por rascado en gatos o el cavado de pozos en perros. Estas acciones, aunque no sean patológicas, pueden generar conflictos con los tutores si se dirigen hacia zonas de la casa no deseadas. En esos casos, el enfoque adecuado desde el bienestar animal son las estrategias de enriquecimiento ambiental, que implica ofrecer alternativas apropiadas para que esos comportamientos puedan expresarse de forma compatible con la convivencia. Por otro lado, la seguridad en el vínculo que se establece entre tutores y sus animales depende de varios factores, sobre todo de las experiencias durante las etapas más tempranas del desarrollo, a las pocas semanas de vida. Durante este período, una consulta con un profesional veterinario puede ayudar a detectar precozmente los comportamientos inadecuados e identificar distintos factores de riesgo, para corregirlos a tiempo”.

Según la entrevistada, existen estudios recientes que respaldan este tipo de alertas. Un análisis de los videos más populares de perros en una plataforma en línea reveló que más del 60 % de ellos mostraban signos claros de estrés (como orejas bajas, relamido de labios, evitación de la mirada) o incluso comportamientos agresivos (gruñidos, demostración de dientes, intentos de mordida o directamente mordidas) hacia las personas que aparecían en esos videos. 

Si bien las redes sociales pueden ser útiles para la difusión de información basada en evidencia, también pueden convertirse en canales que promueven malas prácticas. Esto incluye desde desafíos virales que exponen al animal a situaciones incómodas o conflictivas para “ver cómo reaccionan”, hasta tutoriales que enseñan procedimientos inadecuados o peligrosos, como técnicas incorrectas para cortar uñas”, opina.

Por su parte, la tendencia «pet friendly» ha ganado terreno en todo el mundo, transformando la manera en que las personas se relacionan en los espacios públicos con sus animales de compañía. Desde bares, restaurantes y hoteles hasta oficinas, centros comerciales y medios de transporte, cada vez más lugares abren sus puertas a perros y gatos, reflejando una creciente valoración del vínculo humano-animal.

Creo que representa un cambio cultural en la forma en que los animales de compañía son integrados en nuestras rutinas. Es positivo que existan espacios que consideren la presencia de animales, pero esto no garantiza que todos los perros o gatos estén cómodos en ese entorno. La interacción con personas desconocidas, otros animales y estímulos novedosos puede resultar estresante para algunos. Por ello, la decisión de llevarlos a estos espacios debe considerar la personalidad del animal, su estado emocional y la capacidad del tutor para interpretar sus señales y actuar en consecuencia”, detalla.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *