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Aumenta el pan y crisis en las panaderías

La industria panadera enfrenta una situación alarmante en Argentina. Desde la llegada al poder de Javier Milei, más de 1.100 panaderías han bajado sus persianas, con la mitad de los cierres concentrados en la provincia de Buenos Aires. Así lo denuncia la Cámara de Industriales Panaderos (CIPAN), que alerta sobre el grave retroceso de un rubro esencial para el consumo popular.

Si esto sigue así, vamos camino a la desaparición del sector”, advirtió la entidad, mientras sus referentes expresan que la demanda cayó estrepitosamente: el consumo de pan retrocedió un 50% y las ventas de productos de confitería —como facturas, sándwiches y pastelería— se derrumbaron hasta un 78%.

Martín Pinto, presidente del Centro de Panaderos de Merlo, informó que solo en la última semana de abril se confirmaron doce nuevos cierres de panaderías en la provincia. “Son familias que se quedan sin su fuente de ingreso y trabajadores que pierden su sustento”, afirmó. En paralelo, Gastón Mora, representante de Avellaneda, señaló que “la recesión es brutal y no hay señales de mejora”.

El contraste con los discursos oficiales es abismal. Mientras el Gobierno insiste en que el consumo “vuela”, los datos del INDEC revelan lo contrario: las compras en supermercados cayeron un 16% y en el canal mayorista se desplomaron un 24%. El impacto se siente especialmente en los alimentos básicos.

Los precios, en tanto, no dejan de subir. El kilo de pan, que ya había aumentado en abril un 12%, volverá a sufrir nuevos ajustes en mayo por la suba de insumos —entre un 8 y un 10%—, el encarecimiento de los servicios y el incremento de alquileres dolarizados. Además, los panaderos denuncian que el precio de la harina, la grasa y la margarina se ha disparado, encareciendo los costos en dólares y rompiendo la histórica relación de 1 a 1,4 dólares por kilo de pan: hoy llega hasta 2,5 dólares.

Ante la falta de respuestas del gobierno nacional, desde CIPAN recuerdan que durante la gestión anterior existía una Mesa del Pan, donde se acordaban precios con los principales fabricantes de materias primas. Ese espacio fue desactivado en diciembre, y los funcionarios actuales se limitaron a decir que “hay que competir”.

Frente a la caída de las ventas, muchas panaderías comenzaron a vender productos del día anterior a mitad de precio, una estrategia de supervivencia que antes era impensada. Algunos empleados fijos fueron reemplazados por trabajadores eventuales que solo cubren dos o tres días por semana, en una lógica que recuerda a las «changas solidarias» implementadas en otras crisis, como la del 2001.

La situación actual no es casual, sostienen desde CIPAN. La política económica favorece a sectores concentrados y busca reorientar la matriz productiva hacia la exportación de materias primas, relegando la producción con valor agregado. “Nos quieren reducir a ser proveedores de granos, carne o litio, mientras se destruye el mercado interno”, critican los panaderos.

En este contexto, crecen las voces que reclaman no solo visibilizar esta problemática, sino también impulsar formas más directas y participativas de organización y resistencia. La defensa de la industria nacional y del trabajo es, insisten, una tarea urgente.

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