Gestión Milei: cerraron más pymes que durante la pandemia
A 18 meses de la llegada de Javier Milei al poder, el balance del mercado laboral revela un retroceso que, para muchos analistas y organizaciones vinculadas al mundo del trabajo, confirma el avance de un programa económico orientado a la primarización y la concentración. Los datos aportados por consultoras y centros de estudio muestran una sangría de empresas y puestos registrados que supera, en algunos casos, los peores momentos recientes de la economía argentina.
Un relevamiento de la consultora Vectorial compara las pérdidas empresariales y de empleo registral en los últimos gobiernos y evidencia que, durante el actual mandato, la destrucción de empresas y la pérdida de trabajadores formales han sido especialmente pronunciadas. Según ese informe, durante la presidencia de Mauricio Macri desaparecieron 23.632 empresas y se perdieron 240.000 empleos registrados; en la etapa más crítica de la pandemia cerraron 15.398 empresas y se perdieron 155.000 empleos formales; y, en los primeros meses de la presidencia de Milei, se habrían cerrado 15.564 empresas y desaparecido 223.537 puestos registrados.
El Centro de Economía Política Argentina (CEPA) completa el panorama: el stock de asalariados formales pasó de 9.857.173 a 9.633.636 en los primeros meses del gobierno, lo que implica una caída del 2,27% del empleo registrado. El dato es inquietante por su velocidad y por la intensidad con que se concentra la pérdida en rubros estratégicos para la estructura productiva nacional.
La distribución sectorial de la retracción, hasta mayo, muestra concentraciones severas: la administración pública, la defensa y la seguridad social registraron una caída de 98.600 empleos; la construcción perdió 80.873 puestos; transporte y almacenamiento se redujeron en 54.935 empleos; y la industria manufacturera vio desaparecer 39.016 trabajadores registrados. En contraste, las ramas asociadas a la exportación de bienes primarios o a actividades menos industrializadas exhibieron crecimiento en la ocupación: pesca (+10%), agricultura y ganadería (+3,3%) y comercio (+2,2%).
Para los observadores críticos, esos movimientos no son accidentales: reflejan una reconfiguración productiva hacia actividades de baja transformación y alto protagonismo de capitales extranjeros, un proceso que profundiza la dependencia económica y erosiona el tejido industrial y los empleos de calidad. En paralelo, empeoran las condiciones laborales: se incrementa la precarización, crecen los ocupados con más de un empleo por insuficiencia salarial y aumenta el peso del trabajo independiente bajo regímenes de menor protección.
Los números del CEPA sobre la expansión del monotributo ilustran esa transformación del mercado de trabajo. Hasta mayo de 2025, 2.149.906 personas tenían al monotributo como modalidad ocupacional principal; solo en el último mes se registraron 15.338 altas bajo esa figura y, desde noviembre de 2023, ingresaron 88.604 personas al régimen. Esa incorporación, sostienen los analistas, no compensa la caída de asalariados privados —un retroceso de 112.144 puestos— y evidencia el desplazamiento desde empleos con aportes y derechos hacia formas de inserción laboral con menor cobertura social.
La lectura política de estos datos es directa: sectores vinculados a la renta y a la exportación primaria se consolidan, mientras el empleo industrial y la obra pública retroceden, con el consiguiente efecto sobre el salario real, el consumo interno y la capacidad productiva del país. Para sindicatos y organizaciones sociales, la aceleración de la precarización configura además una reforma laboral de hecho, impulsada por las condiciones económicas y por decisiones de política que no han revertido el proceso.
Frente a este panorama, las voces que advierten sobre la necesidad de políticas activas para sostener el empleo y la producción reclaman medidas urgentes: estímulos a la industria, inversión pública orientada a la generación de trabajo registrado, y herramientas de sostén salarial que detengan la caída del mercado formal. Sin respuestas contundentes, el riesgo es que la combinación de cierre de empresas, pérdida de empleo registrado y sustitución por regímenes precarios termine por profundizar desigualdades y debilitar la recuperación económica.
La apuesta del gobierno actual por una economía más primaria y menos industrializada no solo redefine el mapa productivo: también reconfigura la vida laboral de cientos de miles de argentinos. Los próximos meses serán decisivos para saber si estas tendencias se revierten o si, por el contrario, se instalan con mayor fuerza, consolidando un mercado de trabajo cada vez más fragmentado y expuesto.