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¿Hay menos deseo sexual en los jóvenes?

La sexología, la medicina, la psicología, ubican al estrés, a la falta de comunicación, o al exceso en el consumo de redes sociales, como algunas de las causas de la disminución del deseo sexual. Estas generalizaciones no logran resolver lo que le pasa a cada persona con su sexualidad. Pero podemos intentar pensar, desde el psicoanálisis, qué ocurre con respecto a este tema en la actualidad, especialmente en los jóvenes.

La sexualidad en la época victoriana y la nuestra
Freud inventó el psicoanálisis en la época victoriana, paradigma de la represión sexual. El siglo XXI se caracteriza por la difusión masiva de la pornografía y la exhibición de los cuerpos. Hemos pasado de la prohibición a la exhibición sin velo de los cuerpos, accesibles en cualquier página de internet. Sin embargo, el deseo está en relación al velo, a lo que se insinúa y no necesariamente a lo explícito. Por eso, a veces, la compulsión a la pornografía, hace que no se desee el encuentro con el cuerpo del otro, se busca solitariamente una satisfacción pasajera que elude la relación sexual con la pareja. 

Nos podemos preguntar si hay menos interés por el contacto físico luego de la pandemia, sabemos que ésta produjo estragos en algunos adolescentes. Durante el confinamiento, se vieron empujados al consumo de contenido online, sin tener que pasar por el encuentro de los cuerpos, por el encuentro real con amigos y parejas. Lo real del cuerpo del otro (y del propio) es una incógnita; tiene límites, enfrenta al sujeto con lo desconocido y por lo tanto, posiblemente produzca angustia.  Lo virtual se opone a lo real, y puede funcionar como defensa ya que, en lo imaginario, en la fantasía, todo es posible, no hay consecuencias ni límites.

Por otro lado, tengamos en cuenta que no se puede medir el goce sexual, no hay un estándar, no decimos cuánto ni cómo se debe desear o gozar sexualmente para estar bien. Lo que podemos decir como psicoanalistas siempre es uno por uno. El clásico “touch and go” de los ‘90 pasó a ser, en las últimas décadas, cierto desenfreno. No solo tener relaciones sexuales con distintas personas sin compromiso afectivo, sino, hacerlo sin freno; convirtiéndose en una práctica frecuente para algunos. Este exceso, lejos de favorecer el acercamiento y el encuentro con el otro, es otro modo de no hacer lazo que muchos padecen.

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