La incertidumbre política golpea a la economía
La última semana consolidó una tormenta perfecta para el oficialismo: la mezcla de presión financiera y reveses políticos terminó por condensar la sensación de vulnerabilidad que hoy perciben mercados y actores sociales. En el terreno legislativo, el Ejecutivo volvió a tropezar en votaciones clave; en lo judicial y mediático, la filtración de audios y la investigación por presuntas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) encendieron un foco que complica aún más la escena electoral. El conjunto se tradujo en una escalada generalizada del dólar y en una mayor volatilidad de las tasas, reflejo de inversores y ahorristas que buscan refugio frente a la incertidumbre.
El billete oficial no da respiro
El impacto en el mercado formal fue inmediato. El dólar oficial minorista cerró la semana en torno a $1.337 para la venta en el promedio de entidades, mientras el mayorista quedó cerca de $1.321; en el Banco Nación la pizarra se movió en valores próximos a los publicados por las entidades. El volumen operado en el segmento contado mostró una demanda significativa de divisas, un síntoma claro de cobertura ante la volatilidad. En paralelo, el dólar turista —con el recargo vigente— se ubicó varios cientos de pesos por encima del tipo de cambio “oficial”, lo que se siente en el bolsillo de quienes viajan o compran en el exterior.
Los mercados bursátiles también registraron la lectura política: los contratos de futuros y las paridades financieras exhibieron subas generalizadas, anticipando un sendero más elevado para el tipo de cambio mayorista hacia fin de año. Esa expectativa se combina con una mayor preferencia por dolarizar posiciones en un contexto electoral incierto.
Los dólares financieros acompañaron la suba. El MEP y el CCL se movieron al alza, mientras que el mercado informal —el denominado “blue”— mantuvo su presión alcista en las cuevas de la city porteña. Más atrás, los precios implícitos en los contratos futuros muestran que el mercado “pricea” un dólar mayorista superior al oficial proyectado por el Ejecutivo para los próximos meses. Al mismo tiempo, el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central exhibió un recalibrado de pronósticos: los analistas privados elevaron sus estimaciones para el tipo de cambio nominal hacia fines de año, dejando un sendero de depreciación que supera las proyecciones oficiales y añade presión sobre precios y expectativas.
Ese corrimiento en las expectativas complica la hoja de ruta del Gobierno: cuando el mercado corrige hacia una mayor depreciación esperada, la presión inflacionaria y la dificultad para anclar expectativas crecen de la mano.
Tasas altas como vacuna temporal
La respuesta oficial ha sido claramente contractiva: tasas reales muy elevadas y mecanismos para retirar pesos del circuito. Operadores y analistas coinciden en que las “supertasas” sirven, por ahora, para contener la demanda cambiaria y enfriar disparos de inflación, pero admiten que ese anclaje tiene un costo evidente: encarece el crédito, frena la inversión privada y pulveriza palancas de crecimiento en un país que necesita dinamismo para sostener empleo y consumo. En este marco, sostener ese régimen de tasas hasta el calendario electoral y más allá, luce políticamente complejo y económicamente cargado.
En ese caldo de incertidumbres, casas internacionales también revisan sus números. JP Morgan ajustó a la baja su proyección de crecimiento para 2025, señalando que la combinación de tasas altas, la lentitud en la recuperación de la actividad y la volatilidad política ponen un freno a la expansión prevista. Ese recorte —junto con la lectura de riesgos que hacen los inversores— refuerza la sensación de que la estabilización macroeconómica exige señales claras de gobernabilidad y un sendero coherente de política económica.
El factor político: escollos que no se solucionan en los mercados
Detrás de los números aparecen las luchas por el poder. El oficialismo no solo enfrenta fragilidad parlamentaria en votaciones que marcaron la agenda reciente —con derrotas en varias iniciativas y la tensión por los vetos—: además, la causa que investiga presuntas irregularidades en ANDIS abrió un frente judicial y reputacional que obligó a movimientos de gabinete y a pedidos de explicaciones desde la oposición. La combinación entre dificultades para aprobar piezas clave, la circulación de audios que alimentaron la investigación judicial y la proximidad de la campaña electoral transformó lo político en una variable central del riesgo macro.
Si la política y la Justicia siguen marcando la agenda, el Gobierno tendrá menos margen para maniobrar: la necesidad de sostener el ancla cambiaria y fiscal choca con la urgencia de reactivar la economía y atender demandas sociales, sobre todo en un año electoral. Los próximos movimientos del Banco Central, las lecturas que hagan los grandes bancos internacionales y la dinámica en el Congreso serán las señales que el mercado analizará con lupa. En ese tablero, la fragilidad institucional y la incertidumbre política seguirán siendo, por ahora, los principales catalizadores de la tensión cambiaria y financiera.