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Las redes esclavizan la imagen corporal

Narciso no se veía ningún defecto, al contrario, se veía bello y perfecto, y era tan engreído que a todos re-chazaba. Por este acto fue castigado y condenado a mirar por siempre su imagen en el estanque que le oficiaba de espejo, donde finalmente termina hundiéndose. ¿No es este destino de soledad, acaso, el de muchas personas “narcisistas” que no logran establecer lazos amorosos estables al vivir más pendientes de su propia imagen que de la falta que puede hacerle otro?


Vivimos en un mundo donde la imagen ha tomado tal preponderancia que ha sido elevada a lo más alto de la escala social. Las redes son el medio por el cual todo es para ver, el cuerpo propio o el de los hijos, la intimidad se vuelve pública. Es en la mirada donde encontramos la clave, porque finalmente no interesa tanto el contenido, de hecho a veces, nada. Lo que llama a la vista es la imagen, seguir mirando, algo encuentra allí satisfacción. Scrollear, por ejemplo, una práctica sin punto de capitón, vertiginosa, que nos deja pegados a la pantalla, mirando una sucesión imparable de imágenes que los dispositivos nos muestran acorde a nuestros gustos y consumos, pero siempre insuficiente.
Nos resulta esperable que los púberes o adolescentes estén pendientes de su imagen, están buscando algo propio en la mirada de los otros, en especial de sus pares. Pero no solo en los chicos se observan estas conductas, algunos adultos también suelen estar muy pendientes de su imagen. Por un lado verse bello y más joven parece ser el leitmotiv que impulsa a una carrera bastante absurda contra el tiempo. Por otro lado, parecerse cada vez más al ideal que propone la industria de la moda, con el resultado sorprendente, y a veces aplastante, de un “todos iguales”.
La imagen en las redes se agota rápidamente. Para muchos, se trata de un arduo trabajo, que nunca alcanza, en sostener sus perfiles, produciendo imágenes del cuerpo y contenidos. Se trata de una carrera en la que lo nuevo y la transparencia de lo íntimo son condiciones para renovar el encanto todo el tiempo, para obtener un like en la imagen. Un me gusta o no me gusta que nada tiene que ver con el deseo, sino con una efímera satisfacción al evitar desaparecer.
De esta fascinación por la imagen surgen algunas prácticas que, tratando de obtener alguna satisfacción, terminan siendo angustiantes. Por ejemplo, la llamada dismorfia corporal. Se trata de la preocupación excesiva por algo que se percibe como un defecto en el cuerpo, una imperfección. Puede tratarse de un detalle mínimo, apenas perceptible, o meramente imaginario. Sin embargo, quien lo padece puede pasar horas tratando de corregirlo. Examinar frecuentemente su imagen en el espejo, compararse con los demás, llegando a evitar situaciones sociales o ser fotografiado. Los procedimientos van desde una mera cosmética hasta cirugías estéticas, o bien pasar varias horas al día dedicadas a la actividad física. .
En la película “Barbie” vemos como la muñeca “perfecta”, advirtiendo que todos sus días son idénticos, que nada cambia, en cierto momento se pregunta por la muerte, y a partir de entonces buscará ser humana. Es interesante, tomando a Barbie como metáfora de la época, reflexionar acerca de lo desvitalizante que puede resultar la búsqueda incesante del ideal. Ideal que no solo es de belleza, también de éxito, o de productividad, etc. Solo cuando algo hace límite, se humaniza.
El psicoanálisis viene a introducir una pausa, un intervalo para extraer a quien consulta de esa repetición de lo mismo en la que queda suspendido.

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